Prólogo para el libro “Solo voy por café”

Prólogo para el libro “Solo voy por café”

Tuve el alto honor de escribir el prólogo para este libro de la autoría de la inteligente y culta neuróloga la Dra. Marcia Castillo obra de próxima aparición. El escribir el prólogo del libro “Solo voy por café”, de alguien con gran talento, que conoce cómo funciona el cerebro, implica una ecuación muy compleja, una tarea honrosa que excita de manera obligatoria nuestra materia gris cerebral, en razón de que la autora pertenece a una generación de neurocientistas jóvenes que con gran competencia son el relevo de los que ya tenemos un tiempo ejerciendo la profesión que implica conocer y analizar el cerebro en sus complejidades. Cada obra humana plasmada en la escritura tiene su contexto, sus razones, su inspiración y obedece a un ejercicio que nos invita a escribir. La doctora Marcia Castillo nos brinda en esta obra un ofrecimiento complejo: es una mezcla de ensayos y biografía novelada, que se conjugan en máxime como una conjura de miedos y neurosis y que como ser humano de gran talento se sumerge en su realidad social, en su entorno cultural, por ello considero que puede decirse que es como una maestra de su trayecto evolutivo y su espiritualidad.
Al iniciar su obra la autora señala: “Soy la marioneta del niño que me habita. Como el ángel con Dios, creo mover sus hilos. Pero es él quien se mueve. Vivo en su cicatriz, como Dios con el ángel. Si él me sueña… yo caigo”. La autora acepta sumisa que todos llevamos dentro un niño que nunca nos abandona y que rebasa los límites del espacio y el tiempo. Sabiendo que la buena literatura nunca es serenidad, esta escritora en ciernes nos manifiesta en su fluir que la vida es agonía, conflicto, lucha en suma y que conturbados, sería similar al empuje de encontradas olas, el cómo transcurren el hombre y su pensamiento. En el capítulo “Solo voy por café” que constituye la esencia de la obra, describe la autora a un adolorido padre que levanta las sábanas para identificar la carne de su carne ya sin vida, (la muerte de su hijo). Esta obra, es una ratificación de que la cultura no se petrifica, es cosa viva, en eterna fluctuación, desgarre y crecimiento.
La literatura es un atributo de la vida, una compleja rama de la inteligencia y de la felicidad. Sabemos que el que escribe puede rebasar los límites del espacio y el tiempo. El arrancarle palabras al papel y seguir adelante solo se logra con disciplina y tesón, es como tener la valentía de entenderse a uno mismo. Sabemos que la imaginación del escritor es muy fuerte y tarda en ser vencida. Esta obra entiendo puede decirse que, a mucha honra, es más emotiva que científica. A la velocidad que se transforman hoy ciencia y técnica crean una mezcolanza, que en el mundo moderno nos repute una conciencia dubitante, haciéndose necesario un oasis, un remanso de paz en la literatura, así como con la buena lectura es un tanteo al espíritu. Sabemos que la vida es un combate, pero se hace cada vez más necesario el vuelo de las instintivas recreadoras de las producciones inteligentes para poder manejarnos en esta paralógica y acongojante modernidad. Ella, la buena lectura, nos ayuda a manejar el desenfadado modo particular de cómo cada uno enfrenta el mundo y sus problemas, a través de su propia e intransferible transitoriedad, porque sabemos que es más difícil sentir que saber.
En uno de sus últimos capítulos, “Alea jacta est”, la autora demuestra una fortaleza, pues supo lograr la ciencia fuerte de ligar las razones del corazón con las regulaciones de la inteligencia. Es una gran emotiva y es una de sus mayores virtudes. Tomás Borges dijo que: escribir es como hacer el amor y escribir un primer libro es como hacer el amor por primera vez. La Dra. Marcia Castillo ha logrado en esta obra una coherencia fundamentadora y nos da un ejemplo más de que escudriñar y juzgar un alma genial no es cosa fácil. Ella ha tenido igual valentía que la primera médica dominicana, la doctora Evangelina Rodríguez Perozo. Le damos la bienvenida por la puerta grande a tan talentosa colega neuróloga, al estrecho círculo de los médicos escritores. ¡Enhorabuena!

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