Promoción de las bibliotecas

Promoción de las bibliotecas

Por fin nos encontramos en el camino de relanzar las bibliotecas tradicionales! He visto campañas que piden la donación de un libro y se ha explicado que la recolección tiene como objetivo reconstruir o establecer las bibliotecas escolares. Esta vez, se nos explica, el acervo bibliotecario se constituirá lo mismo de material digital que de impresos tradicionales. Yo que soy contrario al sistema digital aunque lo uso por reconocer su rapidez y versatilidad, aplaudo el proyecto.

La prensa tradicional tendrá un nuevo nicho en el cual guarecer su circulación. En el pantalón formado por las calles José Reyes, Restauración y Francisco Cerón existió, años ha, una pequeña biblioteca. El pequeño local aún existente aunque no aparenta ser de propiedad pública, tenía una hemeroteca. Cuando íbamos al templo consagrado al arcángel Miguel, contemplábamos personas leyendo los diarios del día. Papá solía mandarnos allí a llevar los ejemplares de “El Caribe” y “La Nación” para tranquilizar a mamá que no soportaba la acumulación de los mismos.

En 1961 la biblioteca barrial, parte de la red creada en 1948 por inspiración de don Luis Florén, quedó hecha cenizas. Turbas en que se mezclaron lo mismo amigos de lo ajeno que cargaron con el mobiliario y urgidos antitrujillistas, quemaron lo libros. Personas mayores, pero también jóvenes estudiantes, perdieron un céntrico lugar en el cual entretenerse. Porque aunque los amigos del sistema digital no lo crean, la lectura en impresos tradicionales genera enorme fruición.

Las viejas leyes sobre organización municipal –vigentes hasta hace poco- contemplaban entre las cuentas de gasto local, el de las bibliotecas. Los gobiernos locales suscribían esas bibliotecas a los diarios, pues muchos dominicanos acudían a las mismas para leer los periódicos. Rememoro a propósito de cuanto afirmo, la figura del señor Rafael Pons, encargado de la biblioteca pública de la calle El Sol esquina a Cuba, en Santiago de los Caballeros. Llegó a decirme que, cuando no recibía alguno de los diarios, lo mandaba a buscar a su casa, en la calle Franco Bidó, ahora avenida Juan Pablo Duarte.

De no ofrecer el servicio a los visitantes, confrontaba problemas. Por ello, antes de que los lectores llegasen y no pudieran tener algún diario a mano, mandaba por el que le faltase. Ávida entonces por la lectura de periódicos impresos, las gentes eran capaces de enrostrar a un encargado de una biblioteca la falta de un repartidor de un diario. Como en el caso del señor Pons.

Si los promotores de circulación de los periódicos tocan las puertas de los gobiernos locales y les recuerdan una añosa recomendación del Primer Congreso Nacional de Municipios, de 1941, encontraremos soportes nuevos. Bibliotecas municipales y públicas deben suscribirse a los diarios. Aunque, justo es recordar que la circulación deja pérdidas a los diarios, y la compensación es preciso hallarla en los anuncios pagados.

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