El economista y las instituciones interpretan la coyuntura económica con modelos que simplifican la realidad, que no entran en las complejidades del diario vivir, por eso siempre andan equivocados con el diagnóstico y las recomendaciones. Las proyecciones que hacen nunca coinciden, porque se basan en supuestos diferentes, pasado el tiempo las confrontan con la realidad, para luego dar las más diversas explicaciones de por qué se equivocaron, demostrando que la economía tiene más de técnica que de ciencia.
A Myron Scholes y Robert Merton les otorgaron el Premio Nobel de Economía en 1997 por inventar complejos modelos para estudiar la evolución del riesgo de la inversión. Un año después quebraron el Fondo de Inversión Long Term Capital Management, poniendo en peligro el sistema financiero de los Estados Unidos. Alan Greenspan, llamado maestro, oráculo, por mantener la inflación baja y estable y porque en su gestión desaparecieron los ciclos económicos, se retira en el 2006 y tres años después su nombre es mala palabra, permitió que se formara la burbuja inmobiliaria que provocó la Gran Recesión de 2008 y 2009.
John Keynes quebró un fondo de inversión al inicio de la década de 1930 y el economista Irving Fisher perdió fortuna y prestigio durante la Gran Depresión. Los precios de los activos subían y Fisher aconsejaba no hacer nada, porque los mercados se autocorregían. Poco tiempo después termina su carrera como un simple profesor de economía en un colegio de segunda, después de haber sido el gurú de la Sociedad de Harvard y del poder político en Washington.
Podemos decir otras historias de economistas que se creyeron tener dominio de la verdad, actuando con prepotencia desde la academia y/o las instituciones públicas, demostrándoles la realidad que eso no era posible, porque la sicología del consumidor no puede llevarse a un modelo matemático. Cuento lo anterior porque las autoridades 2005-2011 incurrieron en un error que no quieren admitir, para el crecimiento anual de 7.1%, con déficit en cuenta corriente de -6% del PIB, endeudaron excesivamente el presupuesto público. El exceso de inversión pública y privada, que produjo la brecha externa que se financió con ahorro externo (influjos financieros) por US$22,433 millones, no creó capacidad de producción permanente, es decir, no producimos para pagar la deuda.
Las autoridades tampoco admiten que podríamos estar en presencia de una típica interrupción abrupta de influjos de capitales, porque la economía presenta las características que cita la literatura: exportaciones creciendo por debajo de las importaciones, déficits fiscales crónicos y faltantes en las principales instituciones sectoriales (CDEEE y Banco Central). Necesitamos influjos de capitales que promedien anualmente US$3,000 millones, para lograr un crecimiento del PIB de 4.5% como promedia el FMI para el periodo 2012-2016, con déficit externo sostenible y estabilidad cambiaria.
Pero veamos la situación en el cortísimo plazo. El ambiente de incertidumbre que viven los mercados de capitales nos encuentra con un sector público que es deudor internacional neto, con reservas de divisas que representan la tercera parte de la deuda pública externa y sin recursos para pagar los intereses de la deuda, porque para final del 2012 se proyecta un balance primario negativo de RD$70 mil millones.