Pronto, palestinos, todos uno

Pronto, palestinos, todos uno

JERUSALEN.– Es posible que los palestinos pronto tengan un nuevo gobierno de unidad nacional, o no. Hace más de dos semanas, el presidente palestino Mahmoud Abbas anunció que había llegado a un acuerdo con Hamas, el grupo islámico radical, respecto a la plataforma política para dicho gobierno como una forma de inducir a occidente a reanudar la ayuda financiera para los palestinos desesperados.

La idea fue respaldada de inmediato por la Unión Europea en una reunión de ministros extranjeros el 15 de septiembre.

Sin embargo, los europeos abrazaron una quimera — al elogiar un gobierno nuevo que no existía aún. De hecho, Hamas repudió el programa político casi al mismo tiempo que lo anunció Abbas.

En el desorden que hay desde entonces, lo que ha quedado más claro es el peligro de la diplomacia cuando la realidad confronta el lenguaje que pretende disimularla. Todo el ejercicio ha tenido un elemento de prestidigitación — un mago captando una audiencia que espera desesperadamente mantener suspendida la incredulidad.

El obstáculo principal es que cualquier gobierno nuevo representaría una derrota para Hamas — la admisión de que no puede gobernar solo, sin modificaciones ideológicas. Al parecer, es una concesión demasiado grande para su director político Khaled Meshal, quien vive exiliado en Damasco.

Para los líderes de Hamas en los territorios, como el primer ministro Ismail Haniya, un gobierno de unidad podría ser una salida para el problema terrible. Hamas, considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, ha demostrado ser incapaz de sortear la determinación israelí y estadounidense de obligarlo a cambiar negándole reconocimiento y dinero.

Sin embargo, aun un gobierno de unidad no significaría automáticamente la restauración del financiamiento. Los israelíes y estadounidenses plantean tres demandas: que Hamas reconozca el derecho de Israel a existir; que renuncie a la violencia, y que acepte todos los acuerdos israelí palestinos anteriores.

El plan mágico de Abbas ha sido buscar un lenguaje que permitiera que Hamas aceptara algunas condiciones como parte del gobierno de unidad, sin que el movimiento las haga suyas.

Por ejemplo, el borrador del plan político no reconoce explícitamente el derecho de Israel a existir. En cambio, acepta como objetivo una vieja propuesta de paz de la Liga Arabe, que Israel ha rechazado, y en un lenguaje que no lo menciona para nada.

El programa también trató de esquivar el papel del gobierno en las relaciones internacionales al confirmar la primacía de la Organización para la Liberación de Palestina, encabezada por Abbas, como la única autoridad negociadora. La OLP acepta acuerdos anteriores que negoció, así es que Abbas argumenta que la negativa de Hamas para hacer lo mismo apenas si importa. Sin embargo, de llegar a un acuerdo con Israel, el destino del trato estaría a merced de la legislatura palestina, controlada por Hamas.

Y aun cuando el programa promete que los palestinos “lucharían por liberar su territorio y terminar la ocupación usando todos los medios legítimos”, el documento negociado con Hamas confirma un “derecho” a resistir la ocupación israelí, incluido el propio territorio de Israel. Esto no es “renunciar a la violencia”.

Mientras Abbas ha estado trabajando, los diplomáticos europeos han hablado de enmendar las tres demandas y empezar con un cese al fuego que podría conllevar apoyo en dinero. No obstante, Estados Unidos e Israel se oponen a cualquier moderación, en particular respecto al derecho del segundo a existir.

Así es que la visión de un gobierno palestino unificado podría difuminarse con rapidez. Con los egipcios frustrados, Qatar entró el jueves a tratar de mediar entre Abbas y Meshal. Sin embargo, en entrevistas realizadas la semana pasada, la secretaria de Estado Condoleezza Rice habló como si estuviera muerto el gobierno de unidad nacional, y se dijo que su gobierno está presionando a Abbas a confrontar a Hamas y despedir a Haniya.

El espejismo de la unidad nacional podría, en un análisis más detallado, presagiar la intensificación del conflicto. O podría no ser así.

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