Propietario desiste alquilar local para albergar escuela

Propietario desiste alquilar local para albergar escuela

POR MARIEN ARISTY C.
VICENTE NOBLE.-
 Tras dieciséis años “alquilándole” una casa a la Secretaría de Educación, don Napoleón Navarro asegura que este año escolar no permitirá que su inmueble sea utilizado para albergar la Escuela El Erizal: a pesar de que el contrato establece un pago de RD$30 mensuales, nunca le han pagado.

Tras manifestar que el valor del alquiler era algo simbólico puesto que su intención era ayudar a la comunidad, Navarro explicó que es indignante que las autoridades educativas no hayan cumplido ni siquiera con eso. Lo peor, sostiene, es que los niños le han destruido la propiedad. Es que la escuela, en la que se ofrece docencia de primero a cuarto de básica, está en una pequeña casa de madera. Aquella que, por falta de mantenimiento, ha visto cómo el tiempo se ha cebado contra ella.

El deterioro es lo que más preocupa a Navarro, quien ha intentado por todos los medios recuperar su casa. La intención, dice, es demolerla para construir una nueva. “Estoy a punto de tomarla. No he querido usar la fuerza pero esa no es mi línea pero a eso que me quiere llevar Educación con este local: mírelo destruido por los niños. Próximamente voy a ponerle la demanda para reclamo legal de ese local porque tienen cuatro períodos de gobierno sin pagar un chele y está bueno ya para servicio a la comunidad”.

Dicho esto, Navarro explicó que el valor del alquiler de las casa de la zona es de RD$2,000. “Es un abuso del Estado contra mí que no pague ni siquiera eso: el valor simbólico”, sostuvo al tiempo de asegurar que no quiere dinero sino recuperar la casa. 

UNA TRISTE MORADA

En una mañana cualquiera de lluvia, el acceso a la escuela se torna bastante difícil a causa del gran charco que se forma frente a la entrada del pequeño plantel. Cuando se llega, la imagen se torna más triste aún: aquí todo luce ajado, acabado.

Los viejos pupitres antiguos de la primera de las aulas son la mejor muestra de la situación del lugar: llenos de polvo, sobre un piso de cemento cuarteado, piden a gritos ser relevados. También algunas de las pizarras que tienen que ser colocadas sobre dos sillas porque ya no es prudente colgarlas. Tampoco vale la pena arreglar una que otra ventana de madera que está a punto de caer y ha tenido que ser condenada.

Este es, quizá, el motivo del agobiante calor que se respira bajo un techo compuesto por planchas de zinc que están repletas de agujeros. Los hoyos, dibujados por el cielo que aprecia a través de ellos, son otro problema: cuando llueve permiten el paso del agua y anegan las cuatro aulas del lugar.

En cuanto a las tres paredes que dividen las aulas, es difícil precisar qué pesa más: si el comején o la madera que soporta las vigas. Pero si se habla de las instalaciones sanitarias, la cosa se torna mucho más incómoda todavía: la triste letrina que ahora descansa al final del patio es un canto a la insalubridad.

Todo esto, sin embargo, podría ser la gloria para un grupo de estudiantes que no sabe si podrá entrar a su escuela el próximo 21 de agosto. Tal vez, a pesar de los esfuerzos, esta es una muestra de lo que aún falta por hacer.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas