Aunque Juan Pablo Duarte dio por finalizada su representación diplomática del Gobierno Provisorio de la Restauración ante Venezuela, Nueva Granada y Perú, en carta del 7 de marzo (1865), su compromiso con la causa nacional no tenía límites, sintetizada esa decisión viajar al país “a entregar el resto de vida que me queda”. Lo expresó siempre de diversas maneras, pero lo hizo con la mayor claridad en su misiva del 2 de mayo (1865), dirigida a su amigo de los tiempos de La Trinitaria y la Filantrópica, Félix María Del Monte:
“Félix, no hay reposo ya para nosotros sino en la tumba, y que pues el amor de la patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera, necesario es cumplirlos o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la historia con el honor de hombres, fieles y perseverantes”.
De sus últimos actos en Venezuela en favor de la Restauración, figuró la colecta pública para enviar recursos a la República en Armas, entre cuyos contribuyentes hubo participación de diversos sectores. Desde dueños de periódico, como el doctor Felipe Larrazábal; militares; empresas como la Santana Hermanos y Cía.; pasando por profesionales liberales, hasta el fotógrafo y pintor Próspero Rey.
Próspero Agustine Rey (3 de julio de 1833, Caracas, Venezuela, 8 de mayo de 1904, Caracas), además de fotógrafo y pintor fue comerciante. Hay controversia sobre el origen de su padre, el comerciante Próspero Rey: si francés o español. Incluso, se ha señalado a Francia como lugar de nacimiento del fotógrafo. Pero lo cierto es que ese artista ya es parte de nuestra historia, por haber sido el autor de la única fotografía conocida del fundador de la República Dominicana.
Además de esta relación de Próspero Rey con el pueblo dominicano, por la razón señalada anteriormente, los historiadores Roberto Marte, dominicano, y Luis Cordero Velásquez, venezolano, luego de una exhaustiva investigación, pudieron determinar su desconocida condición de simpatizante y colaborador de la gesta restauradora, a través de sus vínculos con Duarte.
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Pero la fotografía del artista caraqueño ha tenido una gran penetración en los ámbitos artístico, histórico y social de nuestro país. Llegó a Santo Domingo a través de Prudencio Diez, en 1884, enviada por las hermanas del Patricio al historiador José Gabriel García. Cuenta Pedro Troncoso Sánchez cómo fue motivado el Patricio para tomarse la foto:
“Hacia 1873 ya vivían los Duarte-Diez en una típica casona de la Caracas colonial, entre la esquinas de Zamuro y el Pájaro. Un buen día obligó Rosa a Juan Pablo a que se pusiera la casaca para que el fotógrafo español Próspero Rey le hiciera un retrato. “Como has visto, la nueva generación dominicana se interesa en ti y te agradece tu obra de libertador. Junto con tus notas para la historia tienes que dejarles tu fotografía”, le dijo su hermana Rosa.
“Duarte tomó su bastón y se dirigió con la hermana al estudio del fotógrafo. Pronto estuvo ante la enorme cámara, sometido a las indicaciones del artista.”
Diversos artistas del pincel y de la escultura han tomado como modelo esa icónica foto. Entre otros, el estadounidense Robert Russin, autor del gran monumento (1976) que se encuentra en la avenida Las Américas, en Santo Domingo Este; el italiano Nicola Arrighini, cuya obra está en el Panteón de los Padres de la Patria, en el parque Independencia, del Distrito Nacional; y el pintor Miguel Núñez: sus óleos permanecen en instituciones oficiales y privadas del país.