Prostitución gubernamental

Prostitución gubernamental

JOSÉ LOIS MALKU
Es evidente que los partidos políticos no tienen muchas diferencias cuando se trata de hacer proselitismo estando en el poder, especialmente cuando hay reelección por el medio. Pierden totalmente las perspectivas. El contacto con el pueblo lo convierten en algo mecánico y circunstancial.  Los sentimientos, sufrimientos, expectativas y deseos de los ciudadanos son totalmente ignorados y despreciados.

Lo único que importa es el enriquecimiento de una parte importante de los políticos que detentan el poder o están muy allegados al poder. Su prioridad es asegurar su estabilidad financiera y la de su entorno familiar, por si caen en la oposición. Lo demás no cuenta.

La mayoría de esos dirigentes piensan que con los adeptos que ya tienen contratado en las nominas del Gobierno, con  los que pueden comprar con favores y dinero del Estado y asistidos siempre por una lujuria mediática que satura el ambiente y caldea los ánimos, los  votos para ganar nuevamente están asegurados.

Desprecian cualquier cambio de estrategia y piensan que el país se compra con engaños y mentiras y poniendo mucho dinero a rodar por las calles.

Por eso los partidos políticos hacen mucho mejor trabajo con el pueblo cuando están en la oposición que cuando están gobernando. 

Pero a medida que pasa el tiempo, las cosas se van complicando. O mejor dicho, van degenerando. Estamos llegando al límite de lo inimaginable donde préstamos externos sin aprobación del Congreso y nombramientos que ponen los pelos de punta, se ven a diario en los medios de comunicación sin  que haya demasiado sobresalto. Se habla mucho de esos temas pero todo es cuestión de tiempo para que las cosas se olviden.

Además, con la maquinaria mediática del Gobierno defendiendo y justificando todas las fechorías que se cometen con los recursos públicos, incluyendo la violación constitucional, la prostitución gubernamental esta ya legalizada en Republica Dominicana. Es cuestión de incluirla formalmente en el texto de la carta magna aunque se busque una redacción elegante y floreada.

Definitivamente, existe un sentimiento entre la mayoría de los dominicanos de que todo esto se jodió. Que no vale la pena  perder el tiempo discutiendo cosas que no tendrán ninguna solución. Tampoco vale la pena comprometerse con ninguna causa, por más justa que sea,  porque sabe que su esfuerzo es en vano y puede salir malherido. 

Para qué hablar contra la corrupción si la gente esta harta de eso, viendo que nada pasa ni a nadie condenan. Qué sentido tiene seguir refiriéndose al vergonzoso dispendio de los recursos públicos si la gente eso lo sabe y está saturada de que se lo repitan. Sobre la educación, la salud y la seguridad social ¿qué más se puede decir que el ciudadano no sepa o sufra en carne propia? Total ya esos temas ni figuran en las prioridades de los pobres, porque han perdido todas sus esperanzas de que estos servicios mejoren. Con la electricidad tenemos 50 años haciendo promesas que jamás se han cumplido. Nadie en su sano juicio piensa que eso cambiará porque todo es engaño y mentira. Para que preocuparse de la inmigración haitiana o del deterioro de los bosques y ríos si hace 40 años oímos la misma cantaleta y todo empeora.

Se ha perdido la esperanza en el futuro del país. Han llevado gradualmente al ciudadano a darse cuenta que nada podrá salvarlo del desastre que lo rodea. A pensar “que te unes al desastre o te lleva el diablo”. 

Por eso lo único que importa es el interés personal.  Buscársela como se puede y con quien se pueda.

Si la solución al problema es un decreto presidencial, aunque sea una ignominia, entonces aprovéchalo y olvídate del resto. Si tienes que traicionar creencias, amistades y principios por ciertas concesiones gratificantes, hazlo que es parte del sistema.  Si los partidos van a tu barrio a ofrecerte dinero y regalos, asiste a todos y cojéele a todos sin que te importe el color de la bandera. Así funciona un sistema político prostituido porque la prostitución gubernamental a eso nos ha conducido.

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