TAPACHULA, México. AFP. A las jóvenes y menores centroamericanas prostituidas en locales de la frontera sur de México se las llama «la mercancía», y como tal son tratadas: sus testimonios revelan la existencia de redes para engancharlas en sus países, trasladarlas a Chiapas y forzarlas a trabajar sin paga.
A Patricia Villamil no tardaron en llegarle casos al tomar cargo en noviembre del consulado de Honduras en Chiapas, un empobrecido estado mexicano vecino de Guatemala. Dio parte a las autoridades pero, al no ver una respuesta eficaz, ha decidido salir a denunciar públicamente. «Traen mujeres engañadas de Honduras, de preferencia de 18 años para abajo.
La mayoría van a buscarlas a San Pedro Sula (noroeste) pero también a (los departamentos centrales de) Comayagua y Olancho», limítrofe con Nicaragua, afirma Villamil a la AFP. «Son niñas a las que les roban su inocencia. Las golpean, las maltratan, las humillan, las violan», asegura la cónsul, quien ha registrado una docena de casos de menores de entre 14 y 17 años explotadas. Los testimonios dibujan una ruta de la trata de jóvenes que empieza en comunidades pobres de Honduras, ingresa por la frontera de Agua Caliente (Ocotepeque) a Guatemala y por la de La Mesilla (Chiapas) a México. Luego las jóvenes son entregadas a algunas de las decenas de bares y burdeles diseminados por la región sur.