La gestión de la honorable procuradora general de la República, Miriam Germán Brito, reafirma una y otra vez su compromiso de avanzar firmemente en la formulación de expedientes sobre supuestos y mayúsculos actos de corrupción, abrumadores en su multiplicidad y complejidades, sin por ello dejar de lado el objetivo de fortalecer la institución puesta a su cargo en el estelar inicio de su independencia.
Una marcha que enfrenta intereses que tienen de su lado la poca precedencia de encausamientos que desafíen prominencias económicas, sociales y políticas acostumbradas a escapar de lo penal ahora que el vigor de los procedimientos dispone de máxima aceptación pública. Unas expectativas de todo el ancho en una sociedad que no quisiera ser defraudada. Que quiere ver ganada cada batalla contra los atentados a sus patrimonios.
Así retada, la jefatura del Ministerio Público merece la comprensión de sectores de opinión y de sus propios auxiliares a fin de dirigir espaciosamente sus recursos, incluyendo los humanos, sometidos a las presiones de la agenda más apremiante que ha existido en ese ámbito.
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En la programación de doña Miriam está el armado presupuestal, con apoyo de otros poderes, para atender reclamos salariales y de condiciones laborales del equipo numeroso y recargado de tareas que le acompaña.
A la formulación de demandas de fiscales, que no debería incluir intimaciones en medio de un tránsito difícil, la procuradora ha respondido con abierta comprensión sin dejar de recordarles el viento de fronda que procede de quienes preferirían bloquear sus objetivos estelares. Paciencia, señores.