La verdad es la verdad. Los datos son los datos. La OMC tiene el tema como uno de sus máximos problemas y preocupaciones. Cualquier crítica por la denuncia de un problema que ahoga a nuestros países no pasa de ser un show político o la defensa a ultranza de intereses sectoriales.
Los países desarrollados, grandes abanderados del libre comercio que nos venden a la fuerza, jurando y rejurando que es el gran salvavidas de nuestras economías, la base del desarrollo y la prosperidad, son en verdad los más proteccionistas del escenario internacional. Dedican cientos de millones diarios a subsidiar su economía, principalmente sus sectores agropecuarios, los mismos que son cruciales para casi todas las naciones llamadas en desarrollo. Destinan ayuda a sus productores agrícolas de manera que sean más eficientes, ya sea reduciendo sus costos o para compensarles una reducción de precios – que pueda amenazar su permanencia en el mercado – o ambos objetivos simultáneamente. La meta es que sigan produciendo y puedan aumentar sus exportaciones y contribuir a que el país reduzca sus importaciones. Si, a la vez, las ventas externas se dirigen a economías que “disfrutan” de un sacrosanto acuerdo de libre comercio donde aquellos productos entran sin aranceles o con estos muy bajos, de paso se lleva a la quiebra a los productores locales y éste país destino de producciones subsidiadas se hará cada día más dependiente de importaciones subsidiadas para beneficio de los productores de los países ricos. Se cierra un ciclo bendito para los ricos pero maldito y los pobres.
Es muy cuesta arriba el rechazo de quienes se oponen a los reclamos de los países pobres en contra de los subsidios, especialmente a la producción agropecuaria a la cual son tan vulnerables. Arrasar con la misma significa más pobreza, más desempleo que impulsa a más emigración hacia las ciudades y hacia otros países. Estas potencias que atraen inmigrantes que en buena medida ellas mismas generan pero que quieren que nuestras naciones nos hagamos cargo del problema. Trastornan nuestras vidas pero no quieren que sus propias acciones trastornen las de ellos. Por ello es tema del subsidio en la agenda internacional no es un capricho de algún que otro gobernante que quiera “robar cámara”, es un debate recurrente en los organismos internacionales, especialmente en la Organización Mundial de Comercio – OMC – que propugna normas en contra de las subvenciones “en exceso” que generan competencia desleal. Más de una vez se ha anunciado con regocijo el haber alcanzado compromisos de reducción de subsidios que en lo general se desvanecen entre promesas y papeles. En tanto las economías subdesarrolladas se siguen deprimiendo amenazando la seguridad alimentaria al asfixiar a los productores. Bien podríamos neutralizar ese efecto imponiendo aranceles a los bienes subsidiados pero ello violaría el “libre comercio” que ellos violan y nos lloverían amenazas, sanciones de todo tipo, nos estigmatizarían como torpes y brutos. Si parece que solo los “torpes” y “brutos” son capaces de defender los intereses nacionales.