¡Protejamos a los americanos!

¡Protejamos a los americanos!

PEDRO GIL ITURBIDES
El Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, de Estados Unidos de Norteamérica, quiere protección contra las importaciones de China comunista. El monstruo, adormilado por medio siglo, despertó gracias a las inyecciones de capital estadounidense. Dentro de medio año estarán los exportadores sinoístas, socavando las estructuras de esa industria de la gran potencia del Nuevo Mundo.

¿Qué hacer? El Consejo se ocupa de ello. Hace poco pidió al gobierno federal, en Washington, que limite las importaciones de textiles chinos después del próximo enero. Además, iniciarán procesos judiciales para restringir esas importaciones. A partir del primer mes del año entrante, el mercado textil quedará a merced de la ley de la oferta y la demanda. Un convenio sino/estadounidense, suscrito en 2002, previó, además, una larga lista de tejidos y productos textiles, que se comerciarán bajo las nuevas políticas.

El Consejo prevé que más de medio millón de puestos de trabajo se perderán en Estados Unidos de Norteamérica, debido a esas importaciones. China produce a muy bajo costo, debido a los bajos salarios que paga su industria, y otras ventajas competitivas. Como parte de sus alegatos, los industriales estadounidenses requieren del gobierno de su país que invoque una cláusula del acuerdo de la Organización Mundial del Comercio que tiende a ejercer protección contra importaciones que amenazan la estabilidad de industrias nacionales.

En República Dominicana hemos hablado poco sobre los efectos de esta política comercial. Nuestros vecinos mesocontinentales, socios del tratado de libre comercio, sin embargo, están preocupados. Sus lamentos fueron lanzados a la opinión pública internacional mucho antes que éste del Consejo Nacional de Organizaciones Textiles de Estados Unidos de Norteamérica. Lo único que los productores centroamericanos no tienen padrinos.

En diciembre venidero termina el llamado Acuerdo Multifibra que rige la asignación mundial para la colocación de tejidos a vender en los grandes mercados. Enrique Dussel, un economista mexicano, decía que la conclusión de este pacto podría redundar en perjuicio de los productores de tejidos en las zonas francas de nuestros países.

Los chinos producen tejidos y confecciones con valores inferiores al 50% de los costos en las maquiladoras mexicanas y centroamericanas. Ello, dijo Dussel, podría abrir camino a «un comercio perverso», en que nuestros consumidores podrían terminar comprando, por vía de las importaciones estadounidenses, los textiles chinos. Ellos van a resultar de más bajo precio que los fabricados en las industrias de Estados Unidos de Norteamérica, o en las de nuestros países (Hoy, servicio del Financial Times, del 30 de junio).

Fuera de esta voz en el desierto, poco se había hablado del perjuicio que ocasionará la terminación del Acuerdo Multifibras. Hasta ahora en que las industrias estadounidenses claman por medidas proteccionistas. Y no dejan de tener razón para gritar. Hace tres meses, el Departamento de Comercio determinó aplicar aranceles de un 200% a los camarones importados de China roja y de Vietnam.

El argumento esgrimido fue simple y contundente. Los pescadores y procesadores de camarones dijeron que estaban quebrados. Querían obstaculizar las importaciones de este crustáceo, provenientes de esos dos países, de los estados unidos del Brasil Ecuador, India y Tailandia. Del pago de los más altos y nuevos impuestos de importación, ellos pidieron la friolera de dieciocho mil millones de dólares anuales para recuperar su industria. Se decidió aplicar los gravámenes para los exportadores chinos y vietnamitas. Pero los demás se encuentran en lista de espera, y probablemente sus exportaciones de camarones al mercado estadounidense sean gravadas con un 75%.

¿Quién descarta, pues, que el Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, alcance su objetivo? Los camaroneros lograron abrir una tronera en el bolso del libre comercio. El temor de que se pierdan seiscientos mil puestos en la industria textil estadounidense podría hacer el resto.

Los únicos que evidentemente no tienen dolientes son los productores agropecuarios dominicanos, incluidos los fabricantes de azúcar de caña.

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