Argentina. Nacer sin dedos puede ser algo difícil para un niño. Contar con dedos nuevos, sobre todo con motivos rojos y azules de un superhéroe, hizo de Kaori Misue, de ocho años, la estrella de su grupo.
Usando los músculos de la muñeca para mover los dedos de plástico, puede trabajar con cinta adhesiva y calcomanías en su clase de manualidades. Puede conducir una bicicleta, saltar una soga y cocinar pasteles con su madre. Maravillados, sus amigos le pidieron prestada su mano generada por una impresora 3D, que se parece a un colorido juguete de “Transformers” adosado a su muñeca.
“Fue algo mágico”, dice su madre, Karina Misue. “La confianza que les da a los chicos es tremendo. Lo pueden llevar con orgullo”.
Cientos de niños como Kaori, nacidos sin miembros, pueden ahora escribir, hacer deportes y tocar instrumentos gracias a prótesis de manos baratas hechas por Gino Tubaro, un inventor de 21 años cuyo trabajo ha sido elogiado por Barack Obama cuando visitó Buenos Aires siendo presidente de Estados Unidos.
El proyecto de Tubaro, llamado Limbs, es parte de una tendencia mundial que aprovecha las iniciativas tecnológicas con impresoras 3D. Algunas de esas iniciativas son la organización sin fines de lucro e-NABLE, que emplea voluntarios y ofrece manos y brazos a niños que nacieron sin miembros o los perdieron por conflictos armados, enfermedades o desastres naturales, y Build It Workspace, que enseña a la gente como usar impresoras de alta tecnología.
Tubaro dice que de niño desarmaba aparatos electrónicos en su casa y trataba de inventar algo con sus partes. En lugar de retarlo, sus padres lo inscribieron en un taller que se ofrecía los fines de semana en el que tenía piedra libre para experimentar. Al poco tiempo llegaron los primeros reconocimientos por sus diseños.
Cuando empezó a usar impresoras 3D, la madre de un niño que no tenía un miembro le preguntó si podía diseñar una mano para su hijo. Tubaro lo hizo en el 2014, cuando todavía estaba en la escuela secundaria.
Hoy, más de 500 personas, la mayoría niños, tienen prótesis similares y hay 4.500 personas en una lista de espera. Los diseños básicos son modificados para adaptarse a las necesidades de cada usuario con la ayuda de ortopedas.
El proyecto emplea voluntarios de todo el mundo que tienen impresoras 3D. Imprimen las partes, las ensamblan y las entregan a mano. En algunos casos cuestan apenas 15 dólares, comparado con diseños sofisticados por los que se paga hasta 15.000 dólares. Algunas piezas son intercambiables, para servir propósitos específicos, desde jugar ping pong hasta tomar un tenedor o manejar una bicicleta.
Si a un niño empieza a quedarle chico un modelo, puede ser reemplazado fácilmente, tal vez con un tema distinto. Un Batman negro puede tirar discos de plástico. Un Iron Man rojo y dorado puede disparar bandas elásticas.
“Es una experiencia muy loca porque recibimos fotos de niños en Tailandia, en México, en Egipto usando una prótesis en otra parte del mundo que fue diseñada por vos. Y los ves haciendo actividades que antes no podían hacer”, manifestó Tubaro al hablar del proyecto, que es financiado en parte por donaciones y por dinero de premios.