Protestas y obras inconclusas

Protestas y obras inconclusas

Sectores de Santiago se han convertido en estos días en escenario de protestas callejeras en demanda de terminación de obras paralizadas y realización de otras prometidas por el Gobierno. Desde el Gobierno, al menos un funcionario juzga que una mano política estaría manejando y dirigiendo estas manifestaciones. No es cuestión de dudar o creer en estos manejos, pero si así estuviese pasando, estaríamos ante un simple relevo en el uso de las armas políticas. Para unos, en su momento la promesa de obras fue el arma oportuna, electoral. Para los otros, el arma del momento es atizar las protestas aprovechando el incumplimiento de las promesas. Recordemos que el país marcha hacia unas elecciones de medio término.

El acierto del Gobierno estaría en terminar las calles de sectores como La Yagüita del Pastor y otros, arreglar carreteras y caminos en mal estado, y así por el estilo. Las protestas callejeras han tenido un carácter violento que rechazamos, pero también merece censura que no se hagan a tiempo las cosas que se deben hacer, y más si se han prometido o iniciado. Santiago  hace un aporte considerable al PIB de este país y, en cambio, recibe muy poco en términos de inversión oficial. Demandantes y Gobierno deben ponerse de acuerdo para que unos depongan la lucha y otro le ponga plazos de terminación a  cada obra con partidas en  el presupuesto.

 

Una limpieza digna de  apoyo

La Policía Nacional, como garante del orden y la seguridad públicos, tiene un vínculo directo y profundo con la población. La relación óptima entre policías y ciudadanos tiene que estar  basada en la confianza mutua, y eso solo se logra cuando hay una estricta depuración de los integrantes de la familia policial. Por eso tiene altos méritos el esfuerzo que realiza la jefatura de la Policía por separar de las filas de esa institución a todo elemento nocivo, indigno de llevar el uniforme de esa institución.

La separación y sometimiento a la Justicia de personal  vinculado a la delincuencia, las sanciones aplicadas a oficiales negligentes y otras medidas de profilaxis mejoran la imagen  y aumentan la confianza de los ciudadanos hacia los  hombres y mujeres que integran la Policía Nacional, y a la vez influye positivamente en la percepción de seguridad y cooperación de los ciudadanos. Abogamos porque esta depuración sea un ejercicio permanente.

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