¿Provoca el crecimiento económico más desigualdad?

¿Provoca el crecimiento económico más desigualdad?

JOSÉ LUIS ALEMÁN SJ
La vida nos sorprende continuamente. La economía, ineludible dimensión de ella, no puede obrar de otra manera. Pocas cosas más traumáticas, sin embargo que por falta de demanda del oficio deje la persona de ser socialmente estimada. Como la muerte la obsolescencia de un oficio es a la larga inevitable.

Escribe Saramago en La Caverna: «Todos los días hay profesiones que se tornan inútiles, idiomas que dejan de tener personas que los hablan, tradiciones que pierden sentido, sentimientos que se convierten en sus contrarios».

Una durísima hipótesis de investigación económica busca respuesta a la pregunta de si el desarrollo a ritmo antes ignorado abrevia la vigencia profesional aumentando la desigualdad social. Varios conocidísimos economistas ( J. Galbraith, Atkinson, Ravaillon, Nissanke, Thorbecke) opinan en la Revista del Instituto Mundial para la Investigación de la Economía del Desarrollo (n. 2, 2004) que sí. Para ellos el viaje de la globalización, de la apertura, de la modernidad tecnológica o del desarrollo transita un mar poblado de escollos traicioneros para la igualdad social pero la ruta de viaje cuenta ya mapas con sinuosos canales para evitar que encaye la economía, es decir la gente.

EL HECHO: LA DESIGUALDAD AUMENTA CON EL DESARROLLO

Los estudios econométricos nos dicen que la transferencia de tecnología o su creación aumentan la desigualdad social por la sencilla razón de que el aumento de productividad y bienestar beneficia a aquellos que en el país ya eran más productivos aun cuando a la larga el aumento de la productividad gotee al resto de la sociedad. El goteo no será, sin embargo, rápido y no abarcará a todos. Una parte apreciable de oficios perderá demanda o desaparecerá.

Esta caducidad es inevitable cuando la tecnología llega al mercado produciendo nuevos bienes que desplazan a los anteriormente demandados y haciéndolos con tecnologías radicalmente distintas. Frenar el ritmo de innovación tecnológica sería condenarnos a vivir para siempre en esta edad y si retrotraemos esta voluntad de no dejar morir técnicas antes descubiertas a no superar la civilización de la piedra y del bronce. Nadie que vivió allá y nadie que vive aquí desea sinceramente que toda técnica siga invariable. El cambio tecnológico es para quienes disfrutamos de capacidad innovadora, para el homo sapiens, tan necesario como la muerte. Tenemos que aceptar esta y aquella muerte: la existencial y la vocacional, aunque esta necesidad nos parezca y sea tan desgarradora como el fin de la alfarería con horno de leña para Cipriano Alfor, el héroe de La Caverna de Saramago. Para legitimar y para idear políticas sociales de transición conviene estudiar el fenómeno que está sucediendo en Rusia y en China, dos casos notables de economías en transición

Los indicadores de ingreso y de empleo en ambos países en el campo, tomado globalmente, por una parte, y la ciudad, por otra parte, se alejan significativamente, sin importar si la transición fue exitosa (China) o no tanto (Rusia). El aumento de la distancia social urbano-rural no es sorpresivo.

En ambos países hasta los inicios del desarrollo económico la agricultura permitió que muchos que vivían en las fincas y grangas pareciesen imprescindibles cuando en realidad no eran sino desempleados encubiertos. Los centros urbanos donde más se notaba el bienestar ocasionado por el desarrollo originario demandaban más productos sea del país sea del extranjero (el desarrollo ha estado muy ligado a la apertura del mercado). La agricultura nacional técnicamente atrasada y con tantos desempleados encubiertos no podía competir con la de los países pioneros que generalmente acaban por subsidiar no los precios pero si los ingresos. La presión a la baja sobre los precios al abrirse el mercado nacional al extranjero obligó una emigración masiva a las ciudades. En ausencia de fuertes programas de apoyo a la agricultura y a la seguridad social en la ciudad, ocurrió una caída del bienestar del campo y de los migrantes a la ciudad.

En buena parte esta es nuestra actual situación desde hace dos décadas. La producción de ajo, de cebolla, de arroz, de carnes, de leche, de pollo han sido fuertemente subsidiadas entre nosotros prohibiendo su importación sin licencia lo que permitió fijar precios muy altos que incentivaron la producción. La apertura comercial hará menos rentable, probablemente insostenible esas actividades y sumirá en la pobreza a los productores de Constanza, del triángulo Bonao-Cotuí-Nagua y de los llanos del Este y de la zona costera norte.

Es previsible que algunos productores con más tierra, más espíritu empresarial, más acceso a préstamos bancarios y menos edad cambiarán sus cultivos a frutas tropicales o tal vez al conuco haitiano productor de víveres, plátanos, leche o gallinas criollas para consumo propio y menos para el mercado. Es verdad que muchos de los desempleados serán haitianos porque la actual rentabilidad se mantiene por ellos en ausencia de dominicanos, pero conviene recordar con Fray Antonio de Montesinos que también ellos son gente y que, movidos por el instinto de conservación, emigrarán a las ciudades. Es verdad que hay que buscar los dólares para pagar las importaciones de alimentos y que para eso están los servicios de turismo y zonas francas no textileras que puedan soportar el embate de la revaluación del peso. Es verdad, finalmente y sin embargo, que iniciarse en otros cultivos o en otros oficios equivale a la extinción de las habilidades acumuladas en el pasado y a la más profunda raíz de la autoestima: la conciencia de que uno es útil a la sociedad y a la familia. Pensemos los que tenemos una profesión la catástrofe que sería tener que cambiar de empleo o de oficio por la sencilla pero inapelable razón de la caída de la demanda; el problema social supera el mero encontrar empleo, que ya es bien difícil. Pero como decíamos la utilidad del oficio como la de la misma vida terminan sin necesidad de expedir tarjeta de defunción.

Lo que podemos afirmar, con J. Galbraith y Ravallion, como consecuencia de la apertura y del desarrollo es una importante caída del ingreso relativo del campo y un aumento de la emigración urbana periférica. Con Stiglizt añadamos para ser más objetivos un incremento de bienestar de los innovadores de tecnología que suelen ser los que ya antes eran más productivos.

POLÍTICAS COMPENSATORIAS

El poco éxito a mediano plazo de la transición rusa a una economía de mercado se atribuye justamente al supuesto de que no había necesidad de contar con instituciones que protegiesen y regulasen la propiedad privada. Sachs y A. Shleifer lo confesaron después de causado el mal.

En cambio la economía china fue notablemente exitosa al acomodarse a la inversión directa extranjera y rebajar el rol económico del Estado en la inversión. ¿Por qué y cómo?

Galbraith enfatiza el descuido por el Estado ruso de la educación, la salud y la seguridad social debido a un insuficiente sistema fiscal que supliese las ganancias de las empresas estatales ahora nacionalizadas y sobre todo a las prioridades públicas con el desarrollo de la industria energética propulsada por los altos precios de su abundante petróleo.

El éxito aun social de China (400 millones menos de personas en China que viven con menos de 1 US$ diario en el período 1981-2001, lo que significó bajar el porcentaje de esa población en los países en desarrollo del 40 al 21%) se debió, según Ravallion a la reforma agraria de fines de los setenta ( lo que antes ensayaron con éxito Taiwán y Corea del Sur) que provocó una más equitativa distribución de la tierra, menores impuestos a la agricultura, mejor sistema de seguridad social, más educación. Sin esas políticas la apertura y el desarrollo hubieran acentuado la desigualdad.

Ravallion afirma en su estudio que las series estadísticas chinas siembran dudas sobre la opinión de que su mayor apertura al comercio exterior haya sido el motor de la reducción de su pobreza. A corto plazo, en el largo plazo bien puede ser distinto, » es difícil admitir que ese comercio haya beneficiado a los pobres».

Además de estos dos ejemplos de lo que puede provocar el desarrollo conviene citar un estudio de Galbraith y Hale (2004) sobre el impacto del explosivo efecto de la tecnología de la información sobre la distribución regional del ingreso en los Estados Unidos. El chocante resultado fue que sólo cuatro condados (no Estados) de la Unión causaron a fines de los noventa el aumento de la desigualdad de ingreso observado.

Todo sugiere que el desarrollo económico si no es acompañado de políticas en pro de la agricultura, de la educación y de la seguridad social provoca mayor desigualdad sectorial (agricultura) y regional.

CANALES DE TRANSICIÓN DE LA DESIGUALDAD A LA DISMINUCIÓN DEL CRECIMIENTO

Los economistas hemos estado demasiado tiempo presos de la tentación de formular modelos generales: todo aumento de emisión monetaria provoca una alza proporcional de los precios, todo aumento de los impuestos reduce la inversión, etc. Postulados todos altamente verosímiles. Pero, con excepción tal vez de Keynes, dedicamos poca atención a los pasos del proceso entre causa y efecto final. Lo bello de la econometría no es el empeño por indagar la existencia de esa relación sino la necesidad de analizar los canales de transición y las reglas de comportamiento.

Siguiendo esta orientación tratemos de identificar algunos de los principales canales de transmisión entre la desigualdad social (medida por el ingreso) provocada por el inicio del desarrollo y no contenida por políticas sociales, y la futura tasa de crecimiento económico. Queremos ver si un inicial empeoramiento de la igualdad social conduce a menor grado futuro de crecimiento.

Proponemos tres senderos que a trechos pueden ser complementarios para explicar la falta de ahorro total y de inversiones:

1. actividades improductivas dedicadas a crear escasez de oferta o demanda y aprovechar las subsiguientes oportunidades de arbitraje de precios. Ejemplos: limitar la oferta de dólares, gasoil o pollos de amplia demanda y poca posibilidad de acumulación por los consumidores. Las inversiones no se encaminan a superar la escasez real; compra de subsidios, exenciones de impuestos son otras conocidas actividades improductivas;

2. ambiente social tenso de protestas, violencia y demanda de reformas radicales que aumentan la inseguridad y disminuyen las espectativas de rendimiento de las inversiones;

3. limitaciones al crecimiento de mercados de capital por falta de demandantes especialmente en bienes y servicios que a corto plazo no son tan urgentes para la supervivencia lo que dificulta inversiones nuevas públicas o privadas especialmente las orientadas a la formación de capital humano (educación, salud, ambiente).

Además de estos canales entre desigualdad y crecimiento futuro Nissanke y Thorbecke nos recuerdan los canales entre globalización y pobreza:

1. el capital emigra más entre los países pobres que entre los desarrollados y los pobres mientras que el trabajo calificado tiende a migrar de los países pobres a los desarrollados al igual que el capital financiero en tiempos de crisis;

2. los países pobres son menos propensos a regular y obligar a observar los derechos de los trabajadores para lograr más inversión directa extranjera;

3. la naturaleza misma de la creación y difusión de tecnología que tiende a ahorrar trabajo y a favorecer la adopción de capital y de mano de obra especializada entre los obreros creando así una brecha salarial;

4. el costo de la investigación es tan alto que ha pasado de ser un bien público producto de universidades y centros públicos de investigación a un bien privado producido y distribuido por empresas a costos inasequibles para los gobiernos y las empresas de países en desarrollo;

5. a nivel mundial la presión sobre el Estado para reducir sus gastos contribuye a la erosión de su capacidad de recaudar fondos para fines distributivos;

6. sin acuerdos internacionales redistributivos que puedan ser urgidos coactivamente se hace cada día más difícil equilibrar los «efectos negativos de las fuerzas de la globalización».

CONCLUSIÓN

Virgilio, el gran poeta romano escribió de los remeros que llevaban a Eneas a la futura Roma que remaban como si pudiesen remontar la corriente queriendo decir que podían lo que parecían poder.

El problema del desarrollo y de la igualdad no es sólo de voluntad. Pero sin voluntad política no podremos hacer lo que lograron bastantes países -Estados Unidos, los países nórdicos, los nuevos países emergentes de Asia suroriental, nosotros mismos al menos en las etapas iniciales y medias- en el siglo XX: desarrollo con igualdad. No basta que los gobiernos jueguen un papel activo en la liberalización de los mercados. Sin una estrategia nacional de desarrollo jamás llegaremos. Ese trabajo está por ser realizado.

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