Provocaciones peligrosas

Provocaciones peligrosas

Las actividades políticas, de por sí, no representan un peligro para la ciudadanía que ejerce un derecho constitucional al particular en ellas. Ahora bien, hay acciones que no se pueden enmarcar dentro de esos derechos porque significan conculcar los de la mayoría, que no necesariamente comulga con este tipo de acción.

Sucedió la semana pasada. La autopista Duarte en un día lluvioso, un partido político mayoritario se le ocurrió un sábado hacer lo que el vulgo ha denominado «un bandereo», después del puente elevado que se bifurca hacia la población de Bonao. Llovía a cántaros, y debemos admitir que los militantes del partido de marras resistieron estoicamente esa adversidad. Sin embargo, no se percataron del peligro que significaba, en un pavimento mojado, el realizar una actividad política tan cerca del puente elevado. Resulta, tan pronto se abarrotó la autopista de seguidores del partido aludido, la autopista quedó bloqueada al tráfico vehicular y al hacerlo tan próximo al puente, no se percataron que con la lluvia, el pavimento resbaloso, impedía un frenado eficiente. Nosotros, por poco fuimos víctimas de un peligroso accidente, al derrapar el vehículo que venía detrás, a consecuencia del brusco frenazo que debimos ejecutar, para no penetrar de lleno en la masa, que a pesar de la lluvia, seguía impertérrita en su afán de mostrar la simpatía política del partido a la cual pertenecían.

¿Es posible que invocando el derecho de los partidos políticos a celebrar reuniones pacíficas proselitistas, se pueda ocasionar un grave accidente que pudo tener un saldo negativo de un gran número de muertos? ¿Cómo es posible que, en nombre de la libertad de acción de los partidos políticos, se ponga en peligro la vida de seres humanos ajenos a toda actividad partidista?

Relatar este incidente sin haber presenciado el caos existente en la vía pública puede no haber impresionando al lector, pero, si cualquier ciudadano consciente tuviese una tal experiencia, maldeciría la hora en que un tal permiso hubiese sido emitido por el cabildo local. La autopista Duarte no puede, ni debe ser objeto de situaciones como la antes descrita, so pena de convertir nuestra principal vía pública en un caos.

El mismo día del aludido «bandereo», tuvimos que atravesar una comunidad «altamente politizada». En Maizal, distrito municipal de Valverde, debimos afrontar, primero, un grupo de militantes con banderas y enseñas moradas. Luego, a pocos ciento de metros, la ofensiva blanca, para terminar con un «cardumen» de banderolas «coloradas». Si hubiesen manifestado por lo menos cierta moderación, no estuviésemos haciendo esta denuncia pública. El asunto estriba en la agresividad de los portadores de la banderas que pretenden, dentro de lo que creen sus derechos, de introducir la banderola dentro del vehículo que pasa. Esto puede evitarse, únicamente, si su vehículo no tiene un cintillo que lo identifica con un partido tal. Caso contrario, para no inconvenientes de tipo personal, se recomienda hacer la seña del partido por el cual usted está atravesando en su vehículo. No obstante la táctica anterior, hay inconsecuentes, que piensan que se ganan adeptos, introduciendo la banderola por la ventanilla y evitar no perder un órgano de la vista. Hay conductores que reaccionan con violencia ante tal acto compulsivo y entonces, surge la sacada de armas de fuego y se desgracia un pacífico ciudadano incitado por una masa de activistas, cuyo morbo es impedir que el pueblo rinda un homenaje al líder ido a destiempo.

En nuestra condición de ciudadano no militante, quisiéramos hacer un llamado al señor Presidente de la República, para qué, mediante un Decreto evite enfrentamientos y derrame de sangre inocente. El incidente sangriento del Domingo de Resurrección en Los Alcarrizos, es una muestra de hasta donde la exacerbación de los ánimos puede llegar. En definitiva, los muertos de campaña, como ya se ha expresado, no se toman en cuenta y la vida continúa su discurrir, sin que siquiera, se rece una oración por el ciudadano fallecido.

Por tales motivos, creemos justo y necesario, que el Poder Ejecutivo dicte un Decreto prohibiendo los denominados y provocativos «bandereos», que a la postre no aportan un ápice a la voluntad de los votantes, que ya previamente tienen en mente por cual candidato depositar el sufragio. Ilusos son aquellos que piensan, que este tipo de acción aporta algo positivo a determinado participantes en los venideros comicios. En honor a la verdad, no son pocos los munícipes que ven estas provocaciones como las causantes de los enfrentamientos que llenan de luto los familiares de los inútilmente caídos en acciones estériles y poco decisivas.

Señor Presidente, no reaccione adversamente a esta propuesta al considerarla perjudicial para su partido. Usted, con su escolta y la avanzada policial que le precede, no se ha visto envuelto en un molote en el cual, cada participante desea expresar su adhesión a la causa que pretende magnificar. Le pedimos, que dicte ese decreto y de seguro, muchas madres, que hoy lloran la pérdida de un hijo, le agradecerán su decisión.

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