Proyecto de nación

Proyecto de nación

En 160 años que cumplió el 27 de febrero último nuestro país de nacer como república en 1844, pocos han sido los gobernantes que han concebido un proyecto de nación, es decir, un plan ambicioso que comprenda beneficiar a todos los dominicanos a la vez.

El presidente Ramón Cáceres puede decirse que fue el primero que consideró esa opción comenzado por su visión de organizar y pacificar al país, dotándolo de infraestructuras nuevas, aunque para el propósito incurrió en los excesos de los crímenes horrendos del siete de marzo de 1906 en Guayubín, donde todos los caciques fueron exterminados, y también el «accidente» de un montante cañón que detonó un barril de pólvora en Los Higüeros, Cotuí, el 15 de febrero de 1908 donde también perecieron todos los caciques montaraces.

Fue el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo el primero que en realidad asumió ese reto de organizar y pacificar totalmente al país, dotándolo de la industria azucarera, y creando una serie de organismos estatales como la secretaría de Trabajo y su código, la moneda nacional y el Banco Central en 1947, el banco estatal de Reservas, otro para los agricultores, el Agrícola, infraestructuras de regadío, una política fronteriza con las colonias y/o asentamientos a todo lo largo de la frontera.

La fundación de la orquesta sinfónica nacional y la construcción del edificio de Bellas Artes, extensión de mejoras de ganado sobre todo bovino con las Estaciones de Monta y Remonta, gratis, la construcción de una red de planteles escolares, la formación de maestros, el fomento de la artesanía y la formación de unas Fuerzas Armadas con un equipo bélico único en el Caribe, como forma de no solamente apuntalar su régimen, sino hacernos respetar por el vecino Haití en la haitianización que hoy nos arropa peligrosamente.

La creación de la Flota Mercante y la CDA, la adquisición en 1956 a una empresa norteamericana de CDE que el gobierno de Leonel Fernández regaló y el presente convalidó, ambos actos de condena para siempre.

Pero a El Jefe se le escaparon algunos proyectos medulares, aunque impulsó el Plan de las Diez Tareas, Plan Nativo, para hacer regresar a los que iniciaban la arrabalización de las ciudades a su lugar de origen con diez tareas de tierra, animales para producir y subsistir, algo similar a lo que el presidente Juan Bosch delineó en las villas de la Libertad y Unión cívica Nacional impidió con el golpe artero del 25 de septiembre de 1963.

Pero ningún gobierno ha intentado resucitar el Plan Nativo, ni un proyecto ambicioso de reforestar las cuencas de los que fueron nuestros grandes ríos, Yaque Norte y Sur, Yuna, Nizao, Mao, Amina, para su triple aprovechamiento de regadío, acueductos y energía hidráulica.

Tampoco un ambicioso proyectos agroindustrial, con una flota mercante de pequeñas unidades navales para conducir a las islas adyacentes, Cuba, Puerto Rico, Vírgenes, Bahamas, nuestros tradicionales mercados óptimos, esa producción agroindustrial. También a Miami y Nueva York.

Un plan educacional total que abarque dotar de escuelas a las comunidades más apartadas y olvidadas por todos los gobiernos para que la educación sea una realidad absoluta, clave para obtener un desarrollo seguro.

Esos son los proyectos de nación que el país esperó siempre primero del doctor Joaquín Balaguer por 22 años, y luego por el PRD que ha dispuesto de una mayoría con resional impresionante, y la ha canalizado para apetencias personales miserables, el propósito condenable de la reelección el principal de ellos, que todo lo ha contaminado, oxidado, frustrado y corrompido siempre, desde el primero que lo intentó, el terrible Lilís, asumiendo el relevo nefasto El Jefe, y luego Balaguer hasta llegar a estos momentos fatídicos en que el país tiene que rechazar por siempre la reelección.

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