PRSC: «Tardíos reclamos»

PRSC: «Tardíos reclamos»

Como hombre de acendrada vocación política el doctor Balaguer conocía en sus amplios detalles los alcances de la sentencia: «A Rey Muerto, Rey Puesto». De aquí que tan previsor fuera a la hora del relevo y no dejara «su herencia» escriturada bajo un testamento, sino que lo hizo con sus facultades mentales -excepcionales hasta la hora de la partida-, en el mismo auditorio en que se ha debatido la suerte de esa organización política. Es decir, la lucha interna no es por la heredad porque esto fue hecho en vida, y precisamente lo hizo en quienes para él fueron sus ad-láteres, amanuenses conmilitones, sargentos o, apoyados en la rica adjetivación castellana, como sus calificadores sugieran. Aunque es una obviedad, hay que preguntarse, cuándo y por qué lo decidió así?. Veamos en la primavera del año 2002 fueron convocadas las asambleas Ordinarias y Extraordinarias del Partido para realizarse en el local del Club Deportivo San Carlos. Ambas convocatorias el mismo día y a horas distintas aunque contínuas, validaron a los «herederos»: la escogencia de Rafael Bello Andino como primer vicepresidente, la conformación de la Comisión Ejecutiva, ampliación del Directorio Central Ejecutivo y otras decisiones más.

Sólo el señor Angel Lockward sometió una instancia de impugnación ante la Junta Central Electoral, pues ningún otro de los reclamantes de espacio y jerarquía lo hizo, a sabiendas de que hubo irregularidades observadas por inspectores de la J.C.E., e incluso, también el presidente del tribunal electoral el doctor Morel Cerda, hombre comprometido con el partido oficial dio el visto bueno de la legalidad de ambas asambleas, no obstante admitir «que era insostenible jurídicamente el «fallo histórico», (el encomillado es mío) pero que razones de pragmatismo y momento político obligaban a ello».

Acaso en ese día no se selló la heredad?. O, Balaguer, siempre dado a suavizar situaciones intrapartidarias, comprendió y dejaba la lectura de que no podía confiar el destino reformista en Peynado, con un libro impreso pero inédito con la verdad de la «traición» a su candidatura; Morales, con su carta oscura y enrevesada; los menos notables pero colaboracionistas con el PPH, con fuertes cuestionamientos por su trasvase de lealtades en pleno proceso electoral del 2000, y sin guardar las apariencias, fueron pagados con cargos diplomáticos y consulares que a uno de ellos le arrimó altos beneficios económicos por ejercer «sin limitaciones ni trabas» de su nuevo jefe político; otro ya tenía el peso de la expulsión y la cadena del censor pero encontró una dispensación de la benevolencia paternal del Doctor y logró su inclusión en el gabinete perredeista emulando a los otros que alternaron en las ventajas del poder.

De ahí que por carecer de fuerza moral no deben reclamar las posiciones buscadas aunque en dos de los más conspícuos rebeldes muchos y no contables han sido en el pasado, los esfuerzos eficaces y dignos de sañalamientos y de mención.

Para el PRSC por ser una agrupación de dirigentes políticos que no han podido darle vitalidad por torpeza o malicia, resultado de la inconsciencia o de un invariable propósito, lo cierto es que aparentemente aún los que dedican alguna atención, no lo hacen con el celo y con la constancia debida como hizo Balaguer, siempre dispuesto a cargar su cruz, y también a ser crucificado sobre ella. Al reformismo le esperan días sin sol; sin lumbre ni guía; sólo le esperan la imprecación, el reproche y la admonición a una dirigencia incapaz y a unos disidentes de tardía redención; además, ambos con el germen de la traición intrínseco.

No hay que dudar que la obra de Balaguer y de muchos abnegados que se dieron citas en ciudades y enramadas de campo sufre quebrantos difíciles, graves, por lo que no es aventurado afirmar que luzca expirante, falleciente en horas tan importantes para resguardar la salud de la nación malograda por una administración que una vez más no ha podido darle a los ciudadanos más que repetidos golpes, acometiendo sin tregua y profundizando el socavón, el hundimiento de la economía que ayer lucía abastecida y hoy desvencijada.

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