PRSC: un partido del todo incluido

PRSC: un partido del todo incluido

El espíritu de un hombre se convierte en una referencia social sana, cuando deja a más de una generación con propósitos que motivan, despiertan y sirven de desarrollo para alcanzar la felicidad.

El presidente Joaquín Balaguer siempre fue un ser egocentrista, de afecto medible y aléxitimico socialmente. Nunca dejó constancia de formar líderes, ni hacer escuela, ni de construir un instrumento social para la democracia ni para el país.

Su partido fue una identidad extendida de su personalidad y de su visión sicosocial. La organización para Balaguer, era una parte ínfima; una pequeña necesidad impuesta por las normativas de una democracia representativa, y de una Constitución que normalizaba e imponía unas leyes en las que él no creía, pero la juraba religiosamente cada cuatro años.

Su inteligencia social y su percepción casi perfecta de la vida del dominicano, le permitía dejar crecer los grupos dentro del partido y hasta parecería que dejaría algún sucesor: Augusto Lora, el viejo Goico Morales, Caonabo Javier, Fernando Álvarez Bogaert, Víctor Gómez, Jacinto Peinado, Alexis Castillo etc.

Al final, como todo adicto al poder, a Balaguer se le metía un síndrome de abstinencia con su silla y su droga poderosa: el poder. Dejaba boca abierta y desmoralizado a todo el que se fanatizaba con él y con su organización.

Esa maquinaria roja: Partido Reformista, duraba cuatro años cerrado; sin reunión, sin visitas de su presidente y líder. Solo en períodos electorales desde su casa, con sus comilones, sus empresarios y funcionarios “leales”, se ponía a funcionar monolíticamente el Partido.

El presidente Balaguer era un intelectual, pero también, era un tíguere que se las sabía todas y una más. Tenía dos perros y un par de enanos para cuidarse de que lo malo no le llegue. Un cuadro de la Virgen de la Altagracia, tres longevos de hábitos diferentes y de afectos distantes, cuatro generales en mando, pero enemigos por si las dudas, y un reguero de gente doblegada por la cultura del favor.

Balaguer, como todo mortal, se marchó. No dejó heredero, ni material, ni ideológico, ni espiritual, ni político.

Ahora, sus militantes, simpatizantes, consumidores y dependientes del poder, no saben, no aprenden, no pueden organizar la maquinaria roja de forma independiente. No han podido empoderar y actualizar un partido para la sociedad de Hoy. El PRSC no tiene identidad, ni visión, ni misión; no sabe como sintonizar con las deudas sociales pendientes, ni con los nuevos conflictos sociales. Ahora sí es verdad que el viejo hace falta. Nadie los aglutina, nadie da en la mesa y llama al orden “Reformistas a la carga”.

Literalmente, esa entidad está en las patas de los caballos, si no hay comida y agua fresca no camina. Se han quedado atrapados en esa vieja adicción del poder.

Su enfermedad es crónica, recurrente, desorganizada, y de alto riesgo. La medicina la tiene el partido que esté en el poder. Los reformistas no saben aguantar, coger lucha, pasar hambre, vivir sin policía, o una placa oficial.

No saben discriminar ¿Cómo se aprende a romper el bipartidismo? ¿Cómo salir de las patas del caballo? sin matarle y sin golpearlo como sabía el viejo zorro Balaguer.

Al PRSC lo tienen como un partido “bisagra”, del todo incluido, donde se agrupan para medir fuerza, y ser parte de la máquina que se mueve con billetes para que otros ganen elecciones y les toque su parte.

Balaguer murió conociendo el partido, sus dirigentes y militantes y, por demás, a la oposición y a la sociedad donde actuaba; pero nunca se supuso dónde está la patología del PRSC.

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