Prudencia

Prudencia

Con el Domingo de Ramos quedó iniciada la Semana Santa, un período de la tradición cristiana durante el cual se conmemoran los capítulos que culminaron con la crucifixión de Jesús.

Lo ideal sería que durante estos días nos diera a todos por revisar nuestro estilo de vida con la finalidad de corregir el rumbo, pero una buena parte de la gente tiene otras preferencias, algunas de ellas, por cierto, bastante lamentables.

A muchos les da por entregarse al desenfreno y quedar presas de conductas que degeneran en accidentes de tránsito, muertes por diversas causas, intoxicaciones alcohólicas y derroche de cantidades de dinero que, pasada la resaca, habrán de necesitar.

Cada año, para este período, las autoridades deben disponer abundantes recursos humanos y técnicos para prevenir accidentes en carreteras, playas y balnearios, y cada año hay un abundante número de víctimas de tragedias de tránsito, intoxicaciones alcohólicas, riñas, ahogamientos y otros percances.

Las estadísticas ponen en evidencia que la gente no asume el comportamiento adecuado para estos tiempos y que el consumo desmedido de bebidas alcohólicas degenera en luto y dolor.

¿Acaso no nos cansamos de que tengan que cuidarnos y guiarnos, a pesar de que cada uno está en capacidad de discernir y desechar lo que puede causarle daño? Los balances de cada año, tanto para Semana Santa como para Navidad, indican que mucha gente no repara en las consecuencias de sus actitudes, y por eso se entrega al derroche de imprudencia.

Justo sería que, en beneficio de cada uno, este año la gente se entregara a la diversión sana, con más prudencia y menos alcohol, con tal de dejar plantados a los socorristas en las carreteras y a médicos y enfermeras en las salas de emergencia de los hospitales. Lograrlo costaría mucho menos que lo que cuesta la parranda, tanto en términos económicos como en materia de dolor y pesar.

¿En qué estamos?

Aunque se ha hablado mucho de los indocumentados, no propiamente de los que viajan de manera furtiva hacia Puerto Rico o Estados Unidos, no hay constancia de que se hayan dado pasos concretos con la finalidad de dotar de actas de nacimiento y cédula a miles de niños y adultos que carecen de medios legales de identificación.

Se trata de personas que carecen de la documentación que los registre como ciudadanos y los haga acreedores de una nacionalidad y puedan acogerse a los derechos y deberes que consignan nuestras leyes.

El tema de los indocumentados fue tratado hace poco por la secretaria de Educación, Alejandrina Germán, cuando compareció como invitada a uno de los almuerzos semanales del Grupo de Comunicación Corripio.

Desde luego, la referencia que hiciera la funcionaria estaba limitada al caso de miles de niños que no tienen acceso a la educación por carecer de actas de nacimiento. Pero ocurre que aparte de esos, hay muchos seres en este país que carecen de documentación de identificación y que por esa causa están limitadas en el disfrute de sus derechos sociales y políticos. Se trata de un problema social muy grave que las autoridades deben empezar a resolver cuanto antes, desmontando las grandes dificultades que se anteponen a quienes se esfuerzan por obtener un acta de nacimiento bajo declaración tardía. Hay que enfrentar ese problema cuanto antes.

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