La mejor forma de analizar la personalidad de los dominicanos es meternos en el tráfico durante una hora pico y observar su desesperación vivencial. Es el síndrome del ¡sálvese quien pueda! Esa agresividad defensiva tan peculiar nuestra es el prototipo exacto de nuestro inconsciente colectivo.

Es lo que en psicopatología se conoce como el “Fight or flight Syndrome” (el Síndrome de atacar o de huir). Una especie de pánico repentino que convierte en disfuncional al grupo o al individuo.

No es que en Venezuela, en Argentina, en Puerto Rico ni en Colombia se maneje mejor; es que lo nuestro raya en lo patológico y refleja una total frustración colectiva. La expresión de comparar la subsistencia cotidiana a una lidia taurina cobra absoluta vigencia: “Buscándomela como un toro”.

De Caguas a Río Piedras, se llega en menos de 40 minutos; lo mismo que de Miami a Fort Lauderdale,  del alto Manhattan a Times Square por la West Side; del Lincoln Memorial al estado de Maryland por la Rockcreek Parkway en Washington, D.C.; o de Alcobendas a La Plaza Mayor en Madrid. Sin embargo, de la Núñez de Cáceres a la Ciudad Colonial nos tomó más de una hora de intensa batalla campal. “Quítate tu pà ponelme yo” parece ser la consigna principal. Mencionamos a Dios pero actuamos como el Diablo.

De hecho, lo admiramos: “ese tigre sabe más que el Diablo”. Con ese tipo de conducta entronizada  en nuestros  subconscientes se necesita una terapia exhaustiva para desprogramarnos. Por eso estamos como estamos.

Nuestra vida es una lucha continua y continuada de supervivencia diaria reforzada y a toda máquina. No somos lo que aparentamos.