Psicología y homicidio

<p>Psicología y homicidio</p>

ATAHUALPA SOÑÉ
A través de todos los tiempos grupos de investigadores en diferentes áreas se han ocupado de estudiar las características más relevantes de los delincuentes, llegando a establecer aspectos esenciales de los mismos.

Los psicólogos han logrado prestar un servicio sumamente importante, pues han logrado desarrollar tipologías recolectando aspectos esenciales de los diferentes tipos de elementos calificados como delincuentes, entre los que se encuentran los homicidas.

Hay que señalar que la tarea es sumamente difícil, puesto que existen muchas formas de cometer homicidios, aunque, por otro lado, las estadísticas ofrecen datos que son reveladores de elementos circunstanciales de los homicidios (armas, alcohol, etc.)

Algunas de las tipologías son bastante conocidas. Cabe mencionar la de Mergargee, quien sugirió que los asesinos podían dividirse en dos categorías los sobrecontrolados y los subcontrolados. De éstos, los primeros, responden con pasividad ante las provocaciones, y se van llenado de resentimiento hasta que por cualquier razón, explotan en un hecho de violencia.

Los subcontrolados, por su parte, responden de manera agresiva de manera habitual, incluso cuando la provocación sea mínima, razón por la cual la violencia es menor, aunque de manera más frecuente.

He de ofrecer a continuación algunos criterios diferenciales entre homicidas y asesinos en serie. Debemos significar que, a pesar de todo, sin que por esto nos debamos desanimar, la presencia de “gente corriente” es algo que se produce y se da entre los homicidas.

De acuerdo a los estudios que se han realizado desde la óptica psicológica, existen criterios sobre ideas que refuerzan la imagen de que el homicida o los homicidas pueden ser cuerpos o ser psicópatas, paranoides susceptibles y normales. Las tipologías ofrecen una explicación relativamente pobre en cuanto al proceso de llegar a ser un asesino, salvo en los casos normales, en donde los factores situacionales son los que más se destacan. Más bien las tipologías hacen poca referencia en cuanto a la dinámica del “hacerse” asesino.

Es tema de gran discusión si las categorías diferentes en un mismo individuo pueden solaparse (rasgos psicopáticos y paranoides). De manera particular, el fenómeno de los asesinos en serie ha de ser reconocido como algo más grave y espectacular, y para estos casos se cuenta con muy poca información procesual.

Todo parece indicar que ha de existir diferencias entre la racionalidad absoluta, el engaño extremadamente complejo y la compulsión a matar como producto de esas “voces interiores”. Los psicóticos que asesinan en serie no son más abundantes que los asesinos en serie sin patología específica o psicopática.

La mayoría de los datos que se conocen sobre la etiología del asesino en serie señalan que la búsqueda de excitaciones, la disociación y un sentimiento grandioso del yo serían los factores relevantes en la génesis de este fenómeno, sin dejar de tomar en cuenta los aspectos relevantes de una socialización llena de abusos y de violencia.

Existen marcadas diferencias entre los asesinos en serie y los asesinos en masa. Estos últimos cometen gran número de muertes en un sólo acto, como los casos de un tiroteo desde un techo, disparar una ráfaga en un estadio deportivo o en el ambiente tranquilo de un colegio, etc.

Son dos tipos de asesinos bien diferenciales. El asesino en masa suele estar bajo los efectos de una fuerte presión, producto de una situación que le incapacita seriamente, tal como ha ocurrido con algunos ex combatientes, que al regresar a la ciudad después de un buen tiempo en la selva encuentran un mundo en el que les resulta difícil integrarse.

El asesino en serie no tiene ningún interés en acabar con su vida, ni ataca como consecuencia de haber llegado a una situación de presión traumática insostenible. Es posible que el asesino en serie describa el inicio de una cadena de asesinatos o la comisión de uno nuevo como producto de una “urgencia que no puede eludir”, tras la forma explosiva de una energía que “tiene que liberar” o algo parecido. La presión se va generando a lo largo del tiempo, como el producto de un pensar continuo sobre actos violentos y de fantasías de poder o de sexo.

No se presenta el caso como el del asesino en masa, en la cual la vivencia de que “esto que me ha pasado tiene que acabar”, el juicio de que algo es intolerable y de que solo la muerte de varias personas han de constituir la liberación de una absurda agonía, condenarles necesariamente a su propia muerte, al suicidio que por lo general terminan cometiendo después de su horrible crimen.

El asesino en serie vive ajeno a los pensamientos citados; salvo que sea un perturbado mental, es un auténtico psicópata. Sabemos que los psicópatas no han de precisar de situaciones límites para actuar.

Quizás el elemento común y aterrador entre el asesino en serie o de un grupo, sea la “capacidad de inhumanidad” con que el ser humano puede tratar a otro. Se han registrado casos en que le han privado la vida a un niño por una mezcla de ideología errónea o por experimentar nuevas sensaciones, sin que la cultura y la inteligencia hayan podido frenar dichas situaciones.

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