Público se identifica con cine dominicano

Público se identifica con cine dominicano

Pésele a quien le pese, el cine hecho por los dominicanos y con personajes sacados de la escena local, es el que más público lleva al cine.

Ni siquiera  Titanic, La guerra de las Galaxias o Harry Potter han sentado más gente en nuestras salas  que Nueba Yol: por fin llegó Balbuena.

 Son muchas las historias que hay que contar, antes de condenar a los que han querido seguir el camino de esta película dirigida por Ángel Muniz,  estrenada en el 1995.

Por ejemplo la que escribió, en lo que el crítico Félix Manuel Lora llama “nuestra prehistoria fílmica”, Francisco Palau (La leyenda de nuestra Virgen de la Altagracia, La República Dominicana  y  Las emboscadas de Cupido) hechas del 1922 al 1924.

Trabajos entusiastas que  se pueden mencionar como los primeros, pero que Lora entiende no se constituyeron en una línea a seguir.

Hubo que esperar  el 1963, para ver La Silla, de Camilo Carrau y Franklyn Dominguez, y   25 años más pasaron para que  Agliberto Meléndez entregara “Pasaje de ida”, cuyo acento social sí se convirtió en un referente para el cine criollo.

Tanto “Pasaje de Ida” como “Nueba Yol; por fin llegó Balbuena”, obtuvieron los máximos lauros del público y la crítica, convirtiendo en “Soberanos” a Muñiz, Agliberto y Luisito Martí.

Funeral de película.  La buenaventura que tuvo Ángel Muñiz no se hizo extensiva a los films que sucedieron a Nueba Yol I, y el público y la crítica, dieron muy mala cuenta de otros proyectos, nacidos en la euforia de los 700 mil espectadores que tuvo en el país la primera.

 “Para vivir o morir”, “Cuatro hombres y un ataúd”, recibieron las primeras condenas, del   cine dominicano realizado en los 90´s. Estas experiencias demostraron la receptividad que podía tener nuestro cine, pero  no todo.  De eso pueden dar constancia otros filmes fracasados tanto para los que compran taquillas como para los que evalúan lo que se presenta en la gran pantalla. Entre estos figura: Lilís, la primera película de época producida en el país, protagonizada por el gran actor Juan María Almonte.

 Fue precisamente este actor, quien, unos días antes de estrenar la película de Jimmy Sierra, declaró que “que en todas partes del planeta se hacen malas películas”. Poniendo de relieve que lo que tiene valor en ese proceso es que “aparezcan diamantes y cosas de valor para que el público pueda apreciar las que tienen significado de las que no lo tienen”.

Butacas llenas.  Aunque no es  una industria, sí se puede hablar de un valioso conjunto de iniciativas que serán una historia a evaluar -sin zaherir-, cuando  los cineastas hayan depurado  mejor sus propuestas.

Mientras, nos permitimos mencionar algunas de las más vistas en el  cine: “Nueba Yol I y III”, “Perico Ripiao”, “Andrea”,   “Un  macho de mujer”, “Sanky Panky” y  “Santicló”.

 Otras que  no gozaron de la buena crítica ni de incontables filas fueron:  Los locos también piensan, La maldición del padre Cardona, Negocios son negocios, Éxito por intercambio, Código 666: la tragedia Llenas y Al fin y al cabo. Aún así,  todas llenaron más de cien mil asientos. Lo que es un logro.

Razón de la crítica.  Los mayores críticos de nuestro cine, son los especialistas, quienes muchas veces se niegan hasta a emitir un juicio sobre una determinada película, a la que consideran lo que en buen dominicano se llama “un clavo”.

 Manuel Eduardo Soto, periodista chileno y cinéfilo de larga data, ha visto todas las producciones locales y  considera que el cine dominicano “está en pañales”, para competir internacionalmente. “Hay esfuerzos, hay voluntad, pero necesita presupuesto”.

“Hasta que no se consiga capital es muy difícil que salga cine de  calidad”, resume.

Entiende que nuestro cine necesita quien lo escriba y que muchas veces la promoción que se hace de nuestras películas es engañosa. “Usan un material que no se corresponde con el contenido”.

Las críticas más continuas al cine hecho aquí van hacía los guiones, la  colocación de la música, el abuso de comedias y el excesivo uso de figuras populares de la televisión.

Para el crítico Arturo Rodríguez, las producciones locales tienen la ventaja de contar con maquinarias de promoción masiva “y la publicidad es lo que vende”.

A esto suma la existencia de una “masa” de un nivel cultural muy bajo; “es lógico que las producciones locales arrasen”.

“Ahora bien… Intente usted hacer una buena película sin esos apoyos: Acabará endeudado y preso”, asegura.

Crédito compartido

 Cineastas dominicanos de aquí y de allá

El cinéfilo Luis Beiro advierte que el futuro del cine en R.D.,  deberá estar en consonancia con el presente   auge del director nativo que  regresa a su tierra para impulsar el “negocio” del cine.  Que es “un fenómeno que acerca de manera coherente  las culturas emergentes al desarrollo de una industria virtual, genérica, que coloque la obra de sus realizadores en el mapa universal. El orgullo de antaño de hacer ´cine nacional´ fuera del sistema industrializado como prueba del realce del talento autóctono, va quedando fuera de contexto. Quienes se mantengan aferrados a este principio, firmarán productos que cada día se alejarán más de la esfera de influencia de quienes controlan el negocio del comercio y la programación cinematográfica”.

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Verse o no ser

No hay dudas de que a la gente le encanta verse. Ir al cine y ver su realidad y sus personajes, hace que se vean ellos mismos más próximos. Yaqui Núñez del Risco sentó esto en su famosa frase “la gente solo atiende a quien le habla de lo que le interesa en lenguaje que la gente entiende”. Por eso Alfonso Rodríguez se ha empeñado en el uso del español dominicano y todos han insistido en usar figuras, hechos y cosas que refuercen “nuestra identidad”.

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