POR FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Al final de su mandato, el presidente Hipólito Mejía pasará a la historia contempóranea como un político que fue dominado por sus pasiones de poder y su prisa de atropellar a todos, por lo que sus cualidades innatas de bien e inteligencia, se vieron opacadas para precipitarlo en una lamentable administración, de la cual el país no podrá recuperarse en breve tiempo, por los tantos problemas que heredará la próxima administración de Leonel Fernández.
El presidente Mejía estableció su particular estrategia, estimulado por sus acólitos más recalcitrantes y radicales, para tratar de perpetuarse en el poder. Para ese objetivo orquestó una burda reforma constitucional, en que el dinero corrió a raudales en los salones del Congreso, de manera que se burlara la decisión nacional de erradicar para siempre la reelección presidencial, que ahora está consagrada en la Constitución, atractiva para cualquier política que no crea en la democracia y en la voluntad mayoritaria de los votantes.
El jefe del Estado supo rendir a sus pies muchas voluntades. Para ese objetivo permitió y estimuló actos flagrantes de corrupción en el sector bancario donde banqueros ambiciosos, con tal de obtener beneficios extras de sus operaciones, les abrieron las puertas a una chorrera de recursos para los políticos, que al final de cuentas, hicieron quebrar a varios bancos y hundir al país en una grave crisis mal manejada y peor seleccionada, que sus efectos, no se sabe su final a la hora que e decida aplicar la justicia a todos los que se vieron envueltos en el hoyo financiero de los $100 mil millones.
Pese a que los empresarios eran estigmatizados como los malos de la película, en una actitud populista típica de los perredeístas, el presidente Mejía, vivía buscándole el lado, visitando a los más señeros de ellos en una forma regular para compartir amigablemente en donde de seguro que estaban las solicitudes de anticipos el pago de impuestos para resolver necesidades perentorias del gasto corriente que devoraba los «10 mil millones mensuales que se recaudan, y no pudieron frenar el colapso de los hospitales y otras instituciones públicas, que por falta de recursos, no están en condiciones de servir a la comunidad.
El nivel de maniobra de Hipólito Mejía, para sacarle beneficio aparente, estuvo en su última acción de enredar de mala manera al PLD cuando éste cayó en la trampa de presentar una reforma fiscal, la cual, al enviarse al Congreso, figura como objetivo del próximo gobierno. Realmente fue una hábil estrategia, que al perseguir elevados propósitos fiscales, despoja al grupo del presidente Mejía de otros lastre, y de no caer más hondo en el rechazo nacional. No hay dudas que el PLD fue atrapado por la labia de un hábil político, que reniega de esa reforma fiscal y acusa constantemente a los peledeístas, él reafirma que envió al Congreso el proyecto de reforma «sin añadirle ni cambiarle una coma». Se trató de otra maniobra más de un marrullero e inteligente político del Cibao que enloda al PLD antes de comenzar su gestión gubernativa el próximo de 16 de agosto.
Pero donde la habilidad innata y capacidad de tener en desarrollo varios planes, no todos para el bien común, sino para los personales, en la forma de como se ha adueñado del PRD, pese a los pataleos de Hatuey Decamps, lo cual hace aparecer que se quedará con el partido, al menos que no haya una sentencia de la Suprema Corte de Justicia sobre el caso pendiente de la legalidad de las autoridades de ese partido.
Y pasar revista al accionar del presidente Mejía, en los pasados cuatro años, es ver la evidencia de que si hubiese apartado las voces que lo incitaron a renegar de su formación y objetivos profesionales y políticos, pudo haber sido un gran presidente, pasando a la historia como un estadista continuador del desarrollo y crecimiento que se había logrado en la década del 90. Por el contrario, lo que hizo fue empobrecer al país sosteniendo una política económica nefasta, estimulada por expertos y entidades económicas que han sabido aprovecharse de los recursos del Estado, y al ver el barco hundiéndose, apuntan sus cañones hacia la nueva capilla de las autoridades electas, para ofrecerles sus recomendaciones equivocadas de una política financiera y económica nefasta para el país. La misma solo empobrecería al país, que pese a figurar con un ingreso per cápita anual superior a los 6 mil dólares, la realidad es de que existe un abismo infernal, que separa al reducido sector opulento de la masificada población, sumergida en la pobreza, a la que nos llevó el presidente Mejía y su PPH. La pobreza que arropa a la clase media, junto a con los sectores de más bajos ingresos, apenas subsiste para cubrir las necesidades más perentorias, casi sin nada para gastos de salud, educación y hasta de esparcimiento, lo cual es legado de un político que no pudo ser un gran presidente.