Pueblo ahogado en barro expone realidad de otros 800 en Perú

Pueblo ahogado en barro expone realidad de otros 800 en Perú

Perú . — Ricardo Lázaro mira su pequeño hotel semienterrado por la gigantesca masa de barro que cayó la semana pasada en su pueblo y admite que está en la más absoluta miseria.

El obrero jubilado de 73 años, que usó sus disciplinados ahorros de medio siglo para construir un alojamiento turístico valorizado en 616.000 dólares, no imaginó que su fortuna se reduciría en su vejez a un billete de 10 soles (tres dólares) y se quedaría sin zapatos.

La avalancha —tras las inusuales lluvias que se intensificaron desde inicios de año en todo Perú— no mató a ninguno de los 160 habitantes del pueblo dedicado al cultivo de aguacates y chirimoyas pero destruyó sus casas, sus parcelas agrícolas, la escuela, la posta de salud, el local municipal y una hidroeléctrica.

Barbablanca, ubicada al pie de los Andes y a 52 kilómetros al este de Lima, es uno de los más de 800 pueblos declarados en emergencia por los efectos causados por el fenómeno climático El Niño Costero que al momento ha destrozado la economía de al menos 600.000 peruanos.

La agencia meteorológica estatal anuncia que las lluvias causadas por el calentamiento del agua del Pacífico peruano en más de seis grados de lo normal, seguirán hasta abril, sin especificar una fecha exacta.

El gobierno cree que la calamidad es «el momento más difícil en lo que va del siglo» y aún no sabe cuánto costará la reconstrucción total porque los daños continúan. Hace casi dos décadas la destrucción por lluvias dejó pérdidas por 1.200 millones de dólares.

Lázaro y sus vecinos no murieron porque cuando empezó la lluvia subieron hasta la cumbre de una montaña cercana y desde allí contemplaron con horror y lágrimas en los ojos cómo una masa gigante de barro entraba por las ventanas y puertas de sus casas y cubría sus campos de cultivo.

Ahora los habitantes de Barbablanca viven en un refugio y duermen en el suelo. Suggeidy Rivera, de 25 años y madre de tres niños, dice que la ropa que visten se la regalaron personas caritativas porque las que tenían encima quedaron inservibles por la lluvia.

Luz García, otra vecina de 62 años, también lo perdió todo. Tenía guardados fajos de billetes equivalentes a 2.500 dólares en su dormitorio para pagar las cuentas por el cultivo de aguacates y chirimoyas, pero ahora su casa y sus terrenos agrícolas están inservibles.

Los efectos del desastre en la economía nacional comienzan a sentirse.

En la víspera el Banco Central acortó sus proyecciones sobre el crecimiento del producto interno bruto anual que sólo podrían ser de 3,5%. En diciembre, antes del inicio de las lluvias, eran de 4,3%.

Las avalanchas y desbordes de los ríos han matado a 85 personas, destrozado por lo menos 489 puentes, arrasado 10.000 hectáreas de cultivos y dejado casi inservibles unas 145.000 casas y al 5% de las vías nacionales.

Solo en reconstruir puentes y carreteras, Perú gastaría por lo menos 3.755 millones de dólares, según el Banco Central. El presidente Pedro Pablo Kuczynski ya inyectó 769.000 dólares para afrontar la reconstrucción sobre todo en gastos de infraestructura.

Los expertos dicen que lo más probable es que aumente el trabajo en construcción, un oficio en los que probablemente se busque mano de obra de los jóvenes y donde no estarán incluidos los ancianos.

Lázaro, el obrero jubilado que imaginó una vejez reposada administrando su pequeño hotel junto a su esposa, comenta que sus vecinos le dan ánimo pese a la tragedia. «Me dicen Lázaro, levántate, haz un esfuerzo…y yo lo tengo que hacer».