Pueblo pobre en un país rico

Pueblo pobre en un país rico

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Los ideólogos del gobierno no pueden insistir en su motivador spot mediático de restaurar la esperanza en los pobres, “cansados de esperar”, ya que se está viendo la tremenda pobreza moral de la ciudadanía, cuando alcanza el disfrute de posiciones en la maquinaria estatal, a la cual acuden para sacar las ventajas y beneficios más increíbles de una posición pública.

El escandaloso caso de los pasaportes oficiales, disfrutados por numerosos regidores, sus amantes, amigos y cómplices, han hundido definitivamente en la ignominia al pueblo dominicano a nivel mundial. Tan solo con la reacción de gobierno italiano de exigirles visas hasta a los funcionarios, es una prueba de un descrédito impulsado desde los más diversos niveles de las dependencias gubernamentales que tienen que ver con el otorgamiento de los pasaportes oficiales y diplomáticos.

La decisión del gobierno italiano, de humillar a los funcionarios dominicanos, en un gobierno que se respetara, hubiese generado la protesta y reacción de la cancillería protestando la exigencia de la visa a los ciudadanos e imponiendo igual condición a los italianos que desean ingresar al país; pero como esa es una fuente de miles de turistas que nos visitan anualmente, tal cosa si siquiera se aplicará ni se protestará frente al gobierno italiano.

Ya no nos cabe más vergüenza a quienes nos duele nuestro país, que con tanto orgullo proclamamos la nacionalidad en el extranjero al emocionarnos cuando escuchamos las notas de nuestro himno o la bandera la vemos flotar en las competencias deportivas o en un concierto popular. Con esa vergüenza a nivel mundial, ya deberíamos andar con el rostro cubierto y no alzar nuestra voz de protesta cuando se nos considera como un Estado fallido, ya que los compatriotas, enganchados a políticos o burócratas son los que nos manchan cada día e impiden que el pueblo, aquejado de una enorme pobreza moral, se sacuda de la social y reaccione para darse cuenta que vivimos en un país rico, lleno de oportunidades, las cuales no son utilizadas al máximo por quienes lo impiden desde hace años en sus posiciones públicas, desacreditando el nombre de la nación.

Ya no nos ven tan solo como productores de grandes estrellas del béisbol norteamericano, o de artistas que estremecen los escenarios mundiales, o exportadores de mujeres para Europa para dedicarse al trabajo sexual bien remunerado, sino que nos llenamos de ignominia con el negocio del tráfico de drogas y ahora con los pasaportes. Nuestros diplomáticos son conocidos en muchas naciones por su pobre comportamiento en sus funciones que hasta aceptan generosas donaciones de gobiernos extranjeros. Por igual establecen cuotas para los servicios consulares de comercio o de visas, que muchas veces ha obligado a notas de protestas procedentes de las cancillerías de países que quieren hacer negocios con el país, pero por las tarifas impuestas por los cónsules o hasta los embajadores, para que se les recompensa generosamente, hacen desistir al más insistente de los inversionistas.

Si tuvieran vergüenza a todos los niveles burocráticos, el caso de los pasaportes y junto con la reacción de castigo del gobierno italiano, deberían despertar las sanas fuerzas morales que todavía quedan, y motivados fuertemente por el mal nombre que a nivel mundial tenemos los dominicanos, comenzar a desplazar a los que han hundido moralmente al país, que por la carencia de moral y de civismo, solo han actuado en el disfrute de las posiciones.

El caso de los pasaportes se puede unir a la forma tímida de enfrentar y castigar a los culpables de la crisis financiera de marzo del 2003, que es el origen de las dificultades actuales, ya que la vía utilizada para disponer graciosamente de tantos recursos, que miles de ciudadanos pusieron en las arcas de los bancos quebrados, fue de otorgar créditos que no se iban a cobrar a gente que se les compraba su apoyo por ser funcionarios o por ser comunicadores, lucrándose con esos recursos de ciudadanos que creyeron en tantas ilusiones de altos intereses y préstamos sin garantías, responsables del déficit cuasi fiscal que arrastra la economía. Incluso los organismos internacionales, que otorgan créditos, tienen como condición exigir el castigo a los que defraudaron la confianza de la gente antes de soltar dinero.

Cuando un país rico en recursos está lleno de tantos pobres que se hunden en su nivel de vida por culpa de los políticos que no dejan que los recursos se utilicen para fortalecer y dinamizar la economía, es que nos damos cuenta que estamos naufragando por las acciones de quienes, como los traficantes de los pasaportes, han manchado por mucho tiempo la dominicanidad.

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