Pueblos “casi” invisibles

Pueblos “casi” invisibles

ETIOPIA- ELECCIONES:ETH01 PARQUE NACIONAL DE MAGO (ETIOPIA) 14/05/05 : Una mujer de la tribu Mursi, conocidos como la 'gente de la mañana', escucha a los ancianos durante una reunión sobre las elecciones de mañana en el Parque Nacional de Mago, a 550 kilómetros de Addis Abeba, hoy sábado 14 de mayo. Los Mursi, de los que sólo quedan unas 5.000 personas viviendo según las antiguas tradiciones, se adornan de forma elaborada, con turbantes, adornos tallados en los labios y cicatrices en forma de luna en los brazos de muchos de los hombres, cada una de ellas una insignia de honor que demuestra que han matado a un miembro de otra tribu. Los etíopes votan mañana domingo en unas elecciones que se consideran como una prueba de la voluntad del partido gubernamental por instaurar la democracia en el país. EFE/Stephen Morrison

Una relación peculiar con la muerte, el canibalismo o el uso de platos labiales son signos distintivos de determinados pueblos muy poco conocidos por el gran público. Algunos de ellos, como los Korubo, en Brasil, permanecen aislados por decisión propia.
Los Asmat, los Toraja, los Mursi y los Korubo son cuatro ejemplos de pueblos que, en un mundo globalizado, continúan con sus tradiciones y su estilo de vida, controvertido en algunas ocasiones.
Asmat: canibalismo para mostrar poder. Los Asmat defienden que su nombre significa “gente real”. Algunas tribus cercanas dicen que su traducción es “hombres de los árboles”. Los Mimika, una población vecina, asegura que “asmat” significa “comedores de hombres”.
Hasta los años setenta del siglo XX no se sabía de la existencia de los Asmat quienes, a su vez, se dividen en doce etnias. Viven en grupos en más de cien poblados distribuidos por la provincia de Papúa en Indonesia.

En aquel momento, esta tribu aún no había alcanzado la Edad de Piedra, pero con la llegada de los misioneros comenzaron a usar herramientas metálicas.

La tribu Asmat se hizo famosa por sus costumbres caníbales. Según algunas informaciones y algo de leyenda negra, ellos fueron las responsables de la desaparición del etnólogo Michael Rockefeller, hijo del exvicepresidente de los Estados Unidos, Nelson Rockefeller.

Ahora ya han abandonado esas costumbres, pero hasta los años ochenta, los Asmat demostraban sus capacidades sexuales y su lealtad a la tribu matando a un enemigo para que sus parientes pudiesen comérselo.

Toraja: vivir entre muertos para honrarlos. La tribu Toraja habita en la región montañosa de Pangala, en South Sulawesi, también en Indonesia. Ellos son mayoritariamente cristianos en su vertiente protestante por la influencia de las misiones holandesas.

Sin embargo, mantienen algunas tradiciones de su antigua religión, llamada Aluk To Dolo. La más peculiar es su relación con la muerte.

Una vez que un toraja muere es tratado como si estuviera enfermo y continúan con sus cuidados. Les dan bebida, comida y, según el diario británico “The Guardian”, incluso tabaco y alcohol.
Los toraja creen que el espíritu permanece cerca del cuerpo sin vida.

Hasta el día del entierro, el cadáver del fallecido permanece en una de las habitaciones de la casa orientado a oriente. En el momento del funeral, la familia moverá al finado cara al sur. El tiempo entre el fallecimiento y el funeral no está establecido. Pueden transcurrir días, meses, años e incluso décadas. El tiempo necesario para honrar al muerto con un gran entierro.

Los toraja sacrifican búfalos el día de la despedida final. El último respiro del primer animal sacrificado marcará la muerte “oficial” de la “persona enferma”. Cuantos más búfalos se sacrifiquen, más rápido encontrará el alma la paz eterna. El precio de los funerales se sitúa, según publica la revista británica “Post Magazine”, entre los 50 000 y los 500 000 dólares.

Con el finado ya bajo tierra, cada dos o tres años, la familia se reúne para un ritual llamado “ma’nene”. En esta celebración, los clanes sacan a los muertos de las tumbas, los limpian y los cambian de ropa.

Mursi: “piercing” extremo en Etiopía. Tradicionalmente, los mursi han decorado su cuerpo con brazaletes, escarificaciones y pinturas, pero son los platos labiales los que más llaman la atención. Estas piezas circulares, que pueden alcanzar los 15 centímetros de diámetro, son la seña de identidad de las mujeres mursi.
Este pueblo habita en la región baja del Valle del Río Omo en Etiopía y el número de integrantes ronda los diez mil.

Al contrario de lo que se piensa, según informaciones del Departamento de Desarrollo Internacional de la Universidad de Oxford (Reino Unido), las mujeres mursi no usaban los platos para ahuyentar a los esclavistas. Estos adornos son una muestra de un cierto tipo de moralidad y los llevan, sobre todo, las niñas en edad casadera y las mujeres fértiles.

Para los que se llevan en las orejas, que también llevan los hombres y niños, los lóbulos se cortan con una espina o una cuchilla para ampliar el hueco y se van dilatando con trozos de madera cada vez más grandes.

Con la afluencia turística en la región, los mursi aprovechan sus peculiaridades para conseguir dinero.
Korobu: Aislados por decisión propia en el Amazonas. Los Korobu son una tribu del Amazonas que ha permanecido aislada por decisión propia durante generaciones en una reserva en el Valle de Javarí, en Brasil.
El primer contacto pacífico con la tribu fue en 1996, pero permanecen impermeables a la influencia externa.

Brasil protege las comunidades indígenas desde 1988 y nadie puede acceder libremente a su territorio protegido, que tiene una extensión similar a la República de Austria, en Europa. Sin embargo, en estos poco más de veinte años han tenido lugar algunos encuentros entre los korobu, trabajadores de Funai, la agencia para asuntos indígenas de Brasil, y personal sanitario.

Los korobu fueron bautizados por los colonos blancos como “indios aplastacabezas” y son famosos por los grandes palos que blanden como defensa y su habilidad con ellos. Viven en chozas hechas con hojas de palmeras y no usan ningún tipo de ropa. Son monógamos y se constituyen en parejas para toda la vida.
Son un pueblo guerrero que pasa la tradición a sus descendientes desde la infancia. Por ejemplo, desde pequeños, con el tallo de una planta, las madres cortan el pelo a los hijos al estilo korubo, muy parecido al típico corte a la taza con la mitad de la cabeza rapada de la línea de las orejas hacia atrás.

Durante años, esta tribu sufrió ataques por parte de invasores y visitantes no deseados, por lo que su respuesta a los acercamientos de extraños antes del encuentro pacífico de 1996 era violenta y a la defensiva.

Los korubo no se llaman a sí mismos así, sino dislala, que significa “el pueblo pescador”.

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