Puerilidad de la crítica instantánea 

Puerilidad de la crítica instantánea 

Ayer escuché por televisión a varios habituales críticos del Presidente Fernández juzgar con acritud su discurso de rendición de cuentas ante el Congreso con motivo del 27 de febrero.

Hubo una jovencita muy inteligente, líder de uno de los movimientos incipientes de la sociedad civil, que se disgustó dizque porque el Jefe del Estado no había dedicado ningún comentario particular a la violencia de género ni los “feminicidios”, aunque el Presidente sí se refirió a la criminalidad, sus efectos, lo que su gobierno ha hecho para combatirla y otros detalles.

Es como si me hubieran preguntado a mí y le respondiera al reportero de televisión: “Pues no me gustó el discurso porque no habló de la pesca ni la cacería, que son los temas que me interesan”. ¡Caray!

Otro comentarista de un canal de televisión confesó que cuando era alumno de Leonel Fernández en la UASD, le deslumbraba su “capacidad expositiva” y que ahora a su juicio luce menguada, pues no percibe fuegos artificiales en el verbo presidencial. Reí al oír esto porque es algo parecido a lo que pasa en las amistades antiguas o los matrimonios de larga data; la pasión de lo nuevo se cambia por la aburrida comodidad de lo seguro.

¿Será tan malo que un político madure y posea la capacidad de analizar serenamente los problemas nacionales, sin las estrambóticas estridencias de otros cuyo estilo es distinto?

Otra crítica que escuché fue que Leonel hizo un discurso político. Je, je, je… ¿iba a hablar de astrofísica? En un salón lleno de políticos, en plena campaña electoral, aspirar que cualquier político no hable políticamente es como esperar que el Cardenal suba a un altar y haga otra cosa que no sea dar una misa.

La verdad es que los grupos de examigos del Presidente, de sus consuetudinarios críticos y de sus competidores políticos nunca van a estar complacidos con nada que él haga, y está muy que así sea porque para eso vivimos en una democracia.

Pero lamentarse con argumentos pueriles del éxito de Fernández, sin nunca concederle el más mínimo crédito por nada, dice más del carácter de quienes le maltratan de ese modo que de la calidad del propio Presidente. Habrán logrado mellar su popularidad, achacándole individualmente males ancestrales que nos toca a todos resolver, pero a mi juicio ¡queda Leonel para mucho rato!

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