Pugnas intelectuales

Pugnas intelectuales

Las palabras de Stephen Jay Gould frente a Charles Percy Snow son las siguientes: “al argumentar que la vida académica se había escindido por la división de los intelectuales en campos de sospecha, falta de respeto e incomprensión mutua, y al designar a los bandos de esta supuesta dicotomía como “intelectuales literarios” frente a “científicos” (de los cuales los más representativos eran los científicos físicos), creo que Snow había identificado un fenómeno inglés local (y, además, en buena parte un gremialismo altivo propio de Oxbridge) y que llevó sus observaciones a una situación general falaz”.

Para concluir con este asunto Gould añade: “no puedo dejar de pensar que, erróneamente, consideró idénticas una marca concreta de cultura inglesa tradicional, presuntuosa, obstinada, en gran parte de clase alta, y una comunidad de humanistas mucho mayor y más variada, y que no consiguió darse cuenta (aunque al mismo tiempo señalaba el hecho) de que el sistema inglés de especialización disciplinaria en una época tan temprana acentuaba tanto el gremialismo de fidelidad como la ignorancia de otros campos en un nivel extremo entre los países occidentales”.

La gresca verbal ocasionada por el texto de “Las dos culturas” tuvo lugar en los años sesenta del pasado siglo. Sus consecuencias se extendieron por más de veinte años. Sin embargo, en tiempos más recientes ha surgido un empeño nuevo por hermanar los conocimientos científicos -cosmología, física, química, biología-, con disciplinas humanísticas -filosofía, lingüística, sociología, economía, teoría política. Parecía que intentaríamos revivir la experiencia “generalista” de los intelectuales del Renacimiento.

La aparición de los teléfonos celulares con “servicios múltiples” ha trastornado esa tendencia integradora. Sólo podemos prestar atención a cada asunto por un período muy corto; las informaciones han de ser brevísimas, casi telegráficas. Vivimos en los tiempos del “rap” y del “twitt”. Las composiciones de “jazz” eran calificadas, en el siglo pasado, como “música sincopada”. Ahora, después del desarrollo del transistor, todo se ha vuelto mínimo; y con el auge de la “nanotécnia”, se estima que habrá “implementos microscópicos” para la vida diaria. Los intelectuales dependen cada día más de “Google”. La literatura contemporánea intenta adaptarse al “Internet”. Si “la expresión” entra en esa horma, también el pensamiento entrará en el molde.

 

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