Pulcritud intelectual

Pulcritud intelectual

En los años sesenta pude conocer unas antologías compuestas por Julián Marías, tituladas: “La filosofía en sus textos”. Algunas trataban exclusivamente “el tema del hombre”, esto es, de las ideas que acerca del hombre habían formulado los filósofos griegos de la antigüedad, estudiosos monjes medievales de la Iglesia católica, los pensadores de la ilustración; otras se limitaban al tema del conocimiento. En todos los casos el fragmento reproducido se había traducido, directamente, del griego al español, del latín al español, del alemán al español; del francés o del inglés. El lector disponía de una versión realizada por una persona conocedora de las dos lenguas envueltas y las disciplinas desarrolladas en el texto.

El estudiante encontraba así garantías de comprensión “en su propia lengua”. En aquellos tiempos un montón de europeos emigraron a América debido a las pésimas condiciones económicas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Aprendían español en Argentina, en Chile; y enseguida eran contratados para traducir textos alemanes sobre materias que no dominaban ni siquiera medianamente. No hay que decir que el español de estos alemanes recién llegados alcanzaba “el habla rioplatense” y un poco más. Fueron experiencias inolvidables para muchos estudiantes lograr leer “los pasajes precisos” donde Aristóteles, Descartes o Kant, afrontaban problemas de ontología, ética o teoría del conocimiento.

No es lo mismo escuchar una exposición general de la filosofía de Aristóteles o Kant, que leer sus propias palabras, traducidas directamente al español, con los comentarios filológicos del traductor. Tampoco es lo mismo ver la evolución histórica -los incrementos graduales- en las ideas acerca “del ser del hombre”, que oír una exposición de antropología cultural. El conjunto de aquellas antologías era una suerte de película sobre el pensamiento humano todo. ¿De dónde salieron las ideas sociales contemporáneas? ¿Cómo hemos llegado a tener nuestras ideas políticas? ¿Quiénes nos enterraron en el alma las convicciones morales?

Sin embargo, estos magníficos libros auxiliares de pedagogía nunca se usaron sistemáticamente. La sabiduría y la pulcritud intelectual de Julián Marías encontraron adecuada respuesta en un profesor dominicano de filosofía, llamado Juan Francisco Sánchez. Fue un esfuerzo solitario por “enseñar a pensar” a los estudiantes de humanidades. Sólo unos cuantos jóvenes beneficiaron de esta labor docente extraordinaria.

 

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