Pulverizar los textos

Pulverizar los textos

“Filología” es el arte de bien leer, según lo creía Nietzsche. Ese es el sentido primario y original del vocablo; el arte de bien leer un texto y exprimirlo hasta la última gota de su significado. Se entiende, desde luego, que lo importante es la integridad del texto. Es, precisamente, por amor a la comprensión del texto que se examinan y analizan las palabras individuales que lo componen. La voz “filología” está hecha de dos raíces griegas: “filos”, una partícula que expresa amor no compartido, amor como el que va del lector al libro y que no puede reciprocarse del libro al lector; y “logos”, que quiere decir palabra.

La “filología” como arte de bien leer nos remite al texto completo, pero la filología académica, una disciplina de las humanidades, nos lleva al análisis, a la partición o segmentación en raíces, etimologías, cambios semánticos, transformaciones vocálicas, etc. Al final de este camino nos encontramos con que hemos pulverizado el texto y sólo nos ocupamos de los átomos dispersos que son las palabras sueltas. Parecería entonces que las palabras por sí son más importantes que el texto donde se organizan hasta alcanzar sentido humano. Llegamos así a la manera escolástica de partir un pelo en cuatro.

Partiendo de la filología clásica los “hombres de letras” han topado con la lingüística. El estudio de lexemas, morfemas y símbolos, que podría muy bien refinar la intelección de un texto, se torna un disolvente si desde allí no se regresa a la totalidad del texto en el cual esos elementos están alojados. La crítica contemporánea, a fuerza de sabiduría especializada cada vez más profunda sobre un campo cada vez más pequeño, ha olvidado esto que llevo dicho. Nos hemos quedado con las partes y desechado el todo. Una vía muerta.

Por eso, y contra esta perversión, digamos que “filología” es –en su sentido inteligible más viejo y general– el arte de leer con agudeza. Lo cual no quita ningún valor a las llamadas “ciencias del lenguaje”, sino que les devuelve su verdadera función de herramientas auxiliares para desentrañar los textos, sean literarios o no. Es posible que la crítica del porvenir instaure como norma la preservación del texto. (1995).

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