Puñales, escopetas y cirujanos

Puñales, escopetas y cirujanos

Deberán ser pocos los individuos que hagan uso de la punta de un puñal para rascarse la piel y todavía mas escasos aún los que utilizan el cañón de una escopeta para espantar una necia mosca que merodee por los alrededores de la cara. Casi siempre pensamos en dichas armas cuando sentimos la necesidad de defendernos de un agresor. Lo que nadie piensa es que un especialista en cirugía pueda contribuir a la muerte de una persona que acuda a él en busca de alivio o salvación.

La fe y la confianza son depositadas en las manos del cirujano toda vez que se trata de un médico que juró como norma máxima de comportamiento el jamás hacer el mal aún fuere por omisión. Sin embargo, a veces una cosa es la que se dice, otra la que se escribe y diferente la que se ejecuta. Veamos dos lamentables ejemplos de mala practica médica en el quirófano.

 Un primer caso es el de un padre de familia de 44 años quien tras una acalorada discusión con un vecino fue alcanzado por la punta de un puñal que penetró por el lado derecho del abdomen llegando hasta el vientre izquierdo profundo. El herido fue conducido a uno de los hospitales militares de Santo Domingo.

Allí se le practicó una laparotomía exploratoria abdominal, con la finalidad de examinar las asas intestinales, demás órganos y estructuras vasculares para corregir los daños infligidos por la hoja metálica en su recorrido homicida. Para desgracia del paciente los ojos de quienes operaron no llegaron tan lejos como lo hizo el extremo agudo del puñal. Completado el ineficiente e incompleto procedimiento quirúrgico el lesionado fue trasladado en lo inmediato a un hospital civil del Estado dominicano ya que la víctima no era miembro de los institutos castrenses.

Luego de unos días de observación hospitalaria se le despachó a la casa. Su condición empeoró siendo llevado a la emergencia hospitalaria donde falleció. La autopsia evidenció un masivo sangrado interno debido a herida sin suturar en la arteria ilíaca primitiva izquierda causada por una arma blanca.

La otra fatalidad corresponde a un joven de 31 años que recibió un cartuchazo en el costado izquierdo y prontamente trasladado a un complejo hospitalario  ubicado en la parte norte de la capital, en donde fue operado de urgencia, falleciendo al tercer día de la cirugía.

La necropsia evidenció una peritonitis debida a asas intestinales perforadas sin reparar, acompañada de un sangrado torácico por laceraciones en pulmones y base cardiaca también sin reparar.

Impericia, ignorancia, negligencia o como usted lo que quiera llamar, lo real y evidente es que estos dos dominicanos llegaron con vida en búsqueda de salvación y solamente recibieron como premio de consolación el prolongar su dolor y agonía, puesto que las heridas que les causaron la muerte permanecieron intactas a pesar de los abordajes quirúrgicos oportunos, pero ineficientes.

Largo y tortuoso es el camino a recorrer en pro de mejorar la calidad de los servicios médicos en el país.

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