Recuerdo aquella vez que Frank Rainieri me invitó a conocer un lugar, al este del país que, a su juicio, tenía un tremendo potencial turístico.
Acepté y abordando un aeroplano nos dirigimos a una pista improvisada en el lugar llamado ¡Punta Cana!
No había nada allí, absolutamente nada, pero la belleza del lugar, el mar a lo lejos, me impresionaron y al volver escribí un reportaje (en el Listín Diario, donde a la sazón trabajaba). Señalé el valor que para un futuro cercano tenía el lugar. Con eso no me convertí en un profeta en mi tierra, porque todo el que hubiera ido habría dicho lo mismo.
Hoy Punta Cana es un centro turístico conocido mundialmente, y figuras famosas tienen allí residencias veraniegas, las que visitan frecuentemente.
Años después volví a Punta Cana, aunque sin Frank Rainieri, a quien no he vuelto a ver. Pero todo lo que escribí se ha cumplido y hoy uno se puede encontrar allí con figuras famosas del mundo del cine, de la moda, etc.
Este es un país, a mi juicio, aún por descubrir. Turísticamente hablando, naturalmente. Por ejemplo, ahí tenemos Las Terrenas, en la bahía de Samaná. He constatado personalmente que algunas personas tienen sus casas de veraneo allí. Pero otras no han perdido el tiempo, y lo que hace unos años se vendía por tarea, hoy se vende por metro cuadrado. Quizás esto (me refiero al precio) ha impedido que hoy Las Terrenas sea uno de los lugares más frecuentados del país aunque ahora, con la nueva carretera que lleva a Samaná, el viaje se ha hecho mucho más corto y rápido.
El turismo en, como se dice, la industria sin chimeneas.
Lo único que hay que hacer es levantar las estructuras necesarias para que así sea. Hablo de hoteles, moteles (en el sentido estricto de la palabra), restaurantes, etc.
Las Terrenas hay que preservarla. Porque si se convierte totalmente en un lugar estrictamente turístico, sin casas de familia, parques recreativos, iglesias, etc., perderá su encanto natural. Y mucho más.