Los recursos financieros que los dominicanos que residen en el exterior envían a familiares y amigos siguen impactando en la economía, especialmente en las comunidades rurales, transformando así la vida cotidiana y la infraestructura habitacional de los pueblos.
En muchos casos, el dinero que los inmigrantes envían a sus países de origen amortiguan los shocks económicos que podrían registrarse por la carencia de divisas para enfrentar compromisos internacionales con el servicio de la deuda externa y cubrir las importaciones de bienes. Las remesas pueden ser de utilidad porque actúan como una póliza de seguro mundial. La retórica de la administración de Donald Trump sobre inminentes restricciones migratorias ha tenido un impacto psicológico en los emisores. Adelantar las remesas ante cualquier medida de deportación masiva fue constante durante el año pasado.
Se puede observar que aunque el total recibido en República Dominicana por concepto de remesas creció 12.4% al cierre de 2017, el monto promedio por transacción formal no aumentó con la misma intensidad. La subida interanual ni siquiera alcanzó a 1% en ese período. Eso podría indicar que más personas enviaron dinero a sus familiares en el país.
Los dominicanos que viven en el exterior enviaron en el 2016 un monto de US$5,260.8 millones y en el 2017 pasaron a US$5,911.8 millones.
Tradicionalmente el 70.4% de las remesas proviene de Estados Unidos, y sólo se incrementó tres puntos porcentuales en el 2017, al registrar 73.4%. El 15.5% llegó desde España. Conforme con datos del FMI en el 2015, los inmigrantes enviaron a sus países de origen US$441,000.0 millones, suma casi tres veces superior al total de los fondos oficiales en asistencia para el desarrollo. De ese monto, cerca del 45% fluyó de economías avanzadas a mercados emergentes y en desarrollo. Con las remesas los inmigrantes contribuyen a mantener el gasto de los familiares cuando los ingresos son bajos o no reciben ninguno, contribuyendo a facilitar el consumo.