Punto por punto

Punto por punto

MARIEN A. CAPITÁN
Letra a letra las palabras se fueron perdiendo. Solas, se deshilvanaron y se escaparon de este espacio. Cual si fueran libres, se rebelaron y me obligaron a emprender un camino distinto al que había pensado: la inspiración, aunque quise evitarlo, me jugó una mala pasada y no pude más que ceder ante su desvarío. Aunque al principio pensé escribir en extenso artículo sobre Luis Posada Carriles –el terrorista cubano que está preso en los Estados Unidos por violar las leyes migratorias y que, lo más importante, está pedido en extradición por Venezuela, donde estaba preso y se fugó de la cárcel–, finalmente mi barbilla me lo impidió: sentirla ahí, herida, provocó que perdiera la concentración.

Fue entonces que decidí dejar los temas fuertes, que requieren de una dosis extra de entrega, y me planteé hablar acerca de la medicina, los médicos y hasta la vida. También, y por qué no, hasta del baño.

Sé que a estas alturas deben estar pensando que estoy a punto de desvariar. Pero no. Lo que sucede es que todo mi padecer se gestó precisamente allí, en el baño, un espacio que nos puede entregar desde el mayor de los solaces hasta la más dolorosa de las experiencias.

Justo hace una semana a mí me tocó una de estas últimas: tras un resbalón en la bañera, terminé con cinco puntos de sutura en la barbilla. En pocas palabras, y a pesar de mis treinta y dos años, estoy estrenando una cortadura típica de una infante de cinco años.

Si bien es cierto que los detalles acerca de cómo terminé cortándome no son relevantes, hay algunos detalles de toda esta historia que no puedo pasar por alto. Uno de ellos tiene que ver con las propias paradojas que la vida nos puede traer.

Eso pensé cuando por inercia llegué hasta la sala de emergencia de la otrora Clínica Doctor Yunén, hoy Hospiten, y me comunicaron que en aquel centro médico ya no aceptan el seguro médico del doctor Yunén, que es el que yo poseo.

Si el detalle me parecía patético, a causa de que mi herida volvía a sangrar y me dolía bastante, menos me gustó escuchar que tendría que pagar RD$1.300 para coserme la barbilla.

Desembolsar esa suma, ciertamente, no me satisfacía en lo absoluto. Pese a ello, porque no tenía valor para manejar hasta otra clínica, decidí coserme allí mismo. En ese instante, sin embargo, me dijeron que tenía otra opción: ver si el doctor José Yunén, que aún conserva su consultorio en esa clínica, me cosía.

Afortunadamente, tras ser consultado por la secretaria y con las respectivas disculpas a los pacientes que lo esperaban, el doctor Yunén decidió atenderme y coserme en la camilla de su consultorio.

Atento, afable, con paciencia y mostrando una de esas auras transparentes que poseen los médicos de antes (no hablo por la edad, sino por la vocación que se les lee hasta en la mirada), el doctor Yunén se alejó bastante de su especialidad: las vías urinarias.

Así me lo comentó él mismo cuando le pregunté, ignorante en mi dolor, algo que todo el mundo sabe. Tras comentar un poco sobre ello –en los segundos que él me dejaba hablar– lo cuestioné acerca de que en ese centro no aceptaran su seguro. ¡Y pensar que ésta era su propia clínica!

Segundos después de decirme que los dueños actuales son bastante enredados, el doctor Yunén me explicó que su seguro lo aceptan en todas las demás clínicas. Por tanto, yo me aparecí en el único lugar en el que no me atenderían sin tener que pagar.

Pese a mi error, las cosas me salieron estupendamente porque me atendió un doctor de verdad, de esos que te derriten con su trato, y terminé con unos puntos de lujo: nunca me habían cosido con tanta discreción y con tanto tino (a juzgar por lo que se va viendo, la cicatriz que me quedará será mínima). Es así como, después de todo, terminé encontrándole un punto positivo al asunto. Por tanto, ahora tengo seis.

equipaje21@yahoo.com

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