Pushkin: profeta de su propio destino

Pushkin: profeta de su propio destino

La vida de Vladimir Pushkin no es un poema, sino toda una novela. Por encima de una serie de prejuicios sociales supo imponer su talento y hacerse respetar como intelectual, al extremo de alcanzar el máximo lauro que se le puede conceder a un escritor: el de Poeta Nacional de su patria.

Decir que la vida de este ejemplo de la literatura universal es una novela, es decir muy poco. De hecho, a los escritores rusos no se le ha escapado este detalle y tal vez exista más de una novela sobre este tema.

Vladimir Pushkin era un mulato. Su abuelo materno (Abram Petrovitch Gannibal) era hijo de un esclavo negro a quien el Zar  Nicolás I entregó una aristócrata blanca para castigar sus delitos de orgullo. Pushkin siempre estuvo consciente y orgulloso de sus orígenes y para acallar a sus críticos escribió y publicó un libro en defensa de sus ancestros, titulado Mi Genealogía.

Pero lo que más me ha llamado la atención en este genial poeta, no es el mestizaje, sobre todo en estos  tiempos en que, con la ascensión de un mestizo (Barack Obama) a la presidencia de la nación más industrializada del mundo (los Estados Unidos de Norteamérica), tal vez desaparezcan o se aminoren, los residuos de discriminación que todavía quedan dentro de ciertas sociedades que se precian de civilizadas. Hay que destacar que dentro del campo del mestizaje han existido y existen figuras, de dimensiones no mensurables, como Alejandro Dumas, nacido en el lado occidental de nuestra isla.

Lo que causa sorpresa —no estupor— es comprobar, que cuando él estaba escribiendo su novela en verso Eugenio Oneguin, no se imaginaba siquiera que con la diferencia de detalles insignificantes, estaba escribiendo sobre su propia vida y que el trágico desenlace de uno de los héroes de dicho drama, iba a ser también el propio.

La trama de Eugenio Oneguin es la siguiente: Eugenio Oneguin y Vladimir Lensky, amigos desde la infancia, deciden visitar la casa campestre de la familia de Olga, novia del último. Tatyana, la hermana de Olga, se enamora locamente de Oneguin y le envía una carta declarándole su amor. Oneguin la visita para decirle que él no está preparado para recibir de ella ese tipo de afecto. La situación no tomaría más color del necesario, a pesar de la vergüenza de Tatyana, si no es porque en una fiesta organizada en casa de ésta, Oneguin decide cortejar a Olga y ella, de manera inmadura, responde a esos apremios con visibles coqueteos, sin importar la presencia de su novio. Los celos de Lensky hacen erupción, surge la discusión entre los amigos y ante las ofensas verbales que se infligen, no queda más remedio que batirse en un duelo, en el que Oneguin da muerte a su amigo.

A partir de ese instante la narración toma otro derrotero. Desaparecido Lensky, Olga hace mutis y Oneguin desaparece por un tiempo, pues se marcha al extranjero. Tatyana se casa con un alto militar que por casualidad resulta, amigo de Oneguin.  La casualidad hace que los antiguos amigos se encuentren en un baile que el matrimonio ofrece. Oneguin intenta conquistar a Tanya (diminutivo de Tatyana), pero todo intento resulta inútil.

Hasta aquí, de manera resumida el argumento de Eugenio Oneguin. Para el propósito de este comentario, podríamos quedarnos en el momento del duelo, porque con el discurrir del tiempo, Pushkin también moriría en una situación semejante y, casi por causas parecidas. El drama de la vida real sólo cambia los nombres: el de Oneguin por el de un diplomático francés de apellido d´Anthes y el de Lensky por el de Pushkin. Las causas: un anónimo que circuló en San Petersburgo, en el que se calificaba al poeta de “bastardo” y cuya autoría se atribuyó al diplomático francés.

El triste acontecimiento sucedió el 27 de enero de 1837. Pushkin moriría dos días más tarde. Ante las manifestaciones de dolor del pueblo y temiendo una revuelta, el zar Nicolás I dispuso que se le enterrara de manera casi secreta al lado de su madre, en el Monasterio de Svyatye Gory, muy cerca de Mihkaylovskoe, el 6 de febrero de ese mismo año.

Alexander Pushkin es autor de memorables obras de ficción, como La hija del comandante, de la obra de teatro Boris Godunov, de la que existe una versión operática, de cuentos como La reina de espadas, y de obras poéticas como La fuente de Bakchisarai y el ya mencionado Eugenio Oneguin.

Sobre el texto Eugenio Oneguin, el gran compositor ruso Piotr Ilicht Tchaikowsky compuso una obra homónima, que contiene el aria más triste y hermosa de todo el repertorio operático (kuda, kuda, kuda vi udalilis),  popularizada por los amantes de esta manifestación artística, como el aria de Lensky.

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