¿Qué hacer para que escuchen?

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BIENVENIDO ALVAREZ VEGA
¿Qué pueden hacer los ciudadanos y ciudadanas de la República Dominicana para que sus gobernantes atiendan sus necesidades fundamentales?

Esta pregunta me la hago una y otra vez, desde hace varios años, cuando veo que cada gobernante engaña a la población haciendo desde el poder solo lo que desea, en franco olvido o desprecio de sus ofertas electorales. 

No consideremos los famosos 12 años de gestión autoritaria del doctor Joaquín Balaguer, porque creo que hay evidencias suficientes que demuestran que esos fueron tres cuatrienios cuyas políticas públicas fueron tuteladas por los Estados Unidos. La famosa magia balaguerista tan admirada tiene sus matizaciones norteamericanas. Culpa fue del tiempo y no de España, dirían muchos de sus admiradores y correligionarios.

Después vinieron los gobiernos perredeistas de don Antonio Guzmán y del doctor Salvador Jorge Blanco. Del primero existe el criterio ampliamente compartido de que cumplió con las principales promesas de campaña, centradas en la institucionalidad y la profesionalización de las Fuerzas Armadas, una manera elegante ésta de llamar a la destrujillización y a la desbalaguerización de los cuerpos castrenses. El gobierno del doctor Jorge Blanco se quedó muy corto en su promesa de manos limpias y democracia económica.

Luego regresó Balaguer. Como todos recordamos, en esos 10 años el caudillo reformista se consagró a hacer un conjunto de obras públicas verdaderamente monstruosas, útiles casi todas pero que desbordaban la capacidad financiera del Estado dominicano y sacrificaban un desarrollo económico-social armónico. Las consecuencias negativas de esta política de varilla y cemento no se hicieron esperar, nos metieron en un embrollo financiero empobrecedor y descuidó hasta lo inaceptable la inversión en áreas tan estratégicas como la salud, la educación, agua potable, servicios de alcantarillados y similares.

Después llegaron los gobiernos de Leonel-Hipólito-Leonel y continuaron y continúan haciendo lo mismo, con ejecutorias  muy alejadas de sus ofertas a los electores. Y, más todavía: desconectadas de las prioridades identificadas por la población y por los especialistas y técnicos de los mismos gobiernos y de organismos internacionales.

  Pienso que esas maneras de hacer gestión pública, fundamentadas en criterios personales y sueños de juventud, constituyen un factor que ayuda a comprender el movimiento circular de la pobreza, las penurias y la falta de institucionalidad de la sociedad dominicana. Los problemas sociales, económicos y de infraestructura del país nacen y se desarrollan, pero no desaparecen. Si usted lo duda le pongo estos ejemplos: suministro de agua potable, salud pública, educación pública, instalaciones deportivas, suministro de energía eléctrica, seguridad social, recogida de la basura, asfaltado de la calles y avenidas de las ciudades, construcción y arreglo de caminos vecinales, y paremos de contar.

Pero, ¿qué pueden hacer los ciudadanos para que eso no sea así? Hasta ahora lo único que se puede hacer es ejercer lo que se llama la democracia de un solo día: esperar el día de la votación para cambiar el gobierno.  Pero, claro está, este camino no lleva a ninguna parte.

Los gobiernos podrían, si lo desearan, escuchar las voces más operativas de las democracias reales: las de la opinión pública. Pero ocurre que los ciudadanos y ciudadanas no tienen capacidad, aquí, para obligar a los gobernantes para que los escuchen. Entonces, ¿qué hacer?

bavegado@yahoo.com

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