Qué se dice
Acto de justicia

<p><strong>Qué se dice<br/></strong>Acto de justicia</p>

Más allá de las mezquindades con las que se suele despachar la oposición política, que ha llegado a calificar el discurso del presidente Fernández ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas de “teatro de la reelección”, hay que recibir con particular beneplácito el anuncio del mandatario de que dispuso un aumento de las pensiones que reciben los servidores del Estado, que a partir de marzo empezarán a cobrar un mínimo de 3 mil pesos al mes.

 La medida beneficiará a 67 mil pensionados, entre los 75 y los 80 años de edad, que actualmente reciben 150, 400 y 800 pesos. Cierto es que todavía falta demasiado para alcanzar los niveles de los privilegiados ciudadanos que, tras “sacrificarse” unos cuantos años en algunas instituciones públicas, verbigracia la JCE, disfrutan hoy de generosas pensiones, pero se trata de un acto de elemental justicia que bien vale la pena resaltar así sea para que conste en el expediente.

Lecciones de un “yeyo”
Sería una lástima desperdiciar la oportunidad de oro que ofrece el sorpresivo desmayo de un oficial militar que servía de edecán al presidente Fernández durante su discurso para debatir, con mente abierta y ánimo crítico, el valor y la utilidad de esa clase de “servicio”, herencia de tiempos que se entiende felizmente superados y destinado mas a meter miedo que a garantizar su integridad física. La “revolución democrática” que promueve, con más entusiasmo que resultados, el mandatario, luce incompatible con esos usos, al igual que su discurso modernizante y reformador. Ese adusto edecán colocado como una sombra detrás del Presidente de la República no es la mejor manera de garantizar su seguridad, sobre todo si abandona una “misión” tan importante por una razón tan pueril como el no haber desayunado esa mañana, pues hay otras formas menos aparatosas, y mucho más eficaces, de proporcionarle esa seguridad sin provocar el papelazo que casi malogra tan solemne ocasión.

De plazas y arte público
  Hay que aplaudir la iniciativa del ayuntamiento del Distrito Nacional de convertir los jardines e isletas debajo de los elevados de la John F. Kennedy y la 27 de Febrero en plazas de “Arte Público”, como parte del proyecto de Defensoría y Uso de los Espacios Públicos que ejecuta el cabildo con el propósito de devolverle a los capitaleños, completamente rehabilitados, los espacios que la ciudad destina para su sano esparcimiento, muchos de ellos usurpados por particulares o simplemente abandonados al descuido y la arrabalización. El anuncio del síndico Roberto Salcedo también supone una muy buena noticia para nuestros artistas, sobre todo para los escultores, que en lo adelante tendrán una nueva fuente de trabajo, pero dado que nuestras plazas y monumentos han sido víctimas de los desmanes de los ladrones de metales, que no respetan ni los bustos de nuestros patricios, lo aconsejable es que se coloque algún tipo de vigilancia que evite su saqueo o que, en su defecto, se pida a los escultores que trabajen sus obras en materiales -piedra y madera, por ejemplo- que no tengan tanta demanda entre un tipo de delincuente al que nuestras autoridades no han encontrado la forma de meter en cintura.

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