Qué se dice
Añoranza

<p><strong>Qué se dice<br/></strong>Añoranza</p>

Luis Toral, precandidato presidencial del PRSC, tiene muy claro el modelo de gobernante que necesita el país: alguien que maneje con pulcritud, honestidad y transparencia el Presupuesto Nacional, que demuestre sensibilidad hacia los pobres gobernando para ellos, que invierta en todas las provincias para que la acción benéfica del Estado llegue a todos, y que posea el temple y el coraje de hacer cumplir la ley con mano dura y firme.

¿Hace falta decir que ese modelo no es otro que el doctor Joaquín Balaguer? El mito de gobernante exitoso que encarna el extinto líder reformista se agiganta hasta la desmesura con el paso del tiempo, pero más que nada en la medida en que su pragmatismo salvaje, su infinita capacidad para la maniobra y su obsesivo culto al Poder lo han convertido en el paradigma a imitar por la mayoría de nuestros políticos, tanto de los que están en el gobierno como de los que aguardan, desde la oposición, a que les llegue la oportunidad de poner en prática su famoso “librito”. Es lo que explica que, a estas alturas, se le considere un virtuoso de la administración pública por haber manejado las finanzas nacionales como un celoso y desconfiado pulpero, que se elogie el enigmático silencio conque disfrazó su desprecio absoluto por la opinión pública, o que de repente se olvide que la mano dura que hoy tanto se añora está manchada de la sangre de Orlando Martínez y Amín Abel Hasbún, entre muchos otros mártires -que se cuentan por miles- de la intolerancia que prohijó de manera abierta o embozada.

El síndrome Almeyda
¿Qué tipo de amenaza a la paz pública o la estabilidad democrática representa un dirigente comunitario apresado por la Policía Nacional para impedirle que se crucificara, de manera simbólica, en reclamo de la construcción de la carretera que une la comunidad de San José de los Llanos con la ciudad de San Pedro de Macorís? Por supuesto que ninguna, como tampoco amenazaba la santa paz democrática el grupo de ciudadanos, en su mayoría minusválidos, que hace unos meses fue impedido por el secretario de Interior y Policía Franklyn Almeyda de realizar una protesta pacífica en una de las aceras del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. O la democracia dominicana no es tan fuerte ni tan sólida como se jactan de proclamar a los cuatro vientos nuestros políticos, o el Síndrome Almeyda ha terminado por convertirse, como muchos temían, en política de Estado.

Vandalismo municipal
Los principales diarios nacionales ofrecieron ayer una noticia insólita pero también preocupante, tanto por su protagonista como por la acción que se le atribuye: la destrucción, por parte del síndico de Monte Cristi, de la verja perimetral del aeropuerto Osvaldo Virgil de esa ciudad. Cuentan las crónicas que José Ignacio Dett, acompañado de una turba y una pala mecánica, echó abajo buena parte de la verja que protege al aeródromo, y posteriormente dispuso soltar en sus terrenos alrededor de 30 vacas. Ninguna de las crónicas sobre el hecho menciona las razones por las cuales el ejecutivo municipal se atrevió a destruir, en un abierto acto de vandalismo, una propiedad pública, pero es evidente que alguna autoridad debe indagar qué está ocurriendo en Monte Cristi.

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