Las migraciones suelen ser consideradas como un mal de estos tiempos pues suelen incluir a muchas personas marginadas que no dejan de serlo después de haberse ido de su país. ¿Cómo negar, no obstante, que numerosos dominicanos y dominicanas encuentran el éxito en playas extranjeras, sobre todo en los Estados Unidos? ¿No han constituido, acaso, esos dominicanos un dinámico sector de adquirientes que cíclicamente dinamiza el mercado inmobiliario local?
En cada Navidad se produce un reencuentro de compatriotas que viene del exterior a compartir con amigos y familiares. Se les ve ingresar jubilosos por los aeropuertos, donde por lo regular les esperan nutridos «comités de recepción» integrados por los relacionados que dejaron en el terruño. Es oportuno recordar el impacto altamente positivo que la emigración dominicana causa a la economía. Sus remesas constituyen una verdadera salvación, pues representan un ingreso neto de divisas, Sin ese «producto» de exportación que es el trabajo que ellos realizan fuera de aquí, y para el que no hay que hacer inversiones en materias primas ni importar petróleo, nuestro intercambio comercial con el mundo pasaría a un desequilibrio casi mortal. Sin las remesas este país no podría sostener el crecimiento económico del que tanto se habla. Los gobiernos suelen vanagloriarse de que la economía crece a buen índice, pero no es mucho el mérito que puedan reclamar por esa tendencia favorable de la producción. Por el contrario: lo que sí debe hacerse es reprocharles a las autoridades, de casi todas las épocas, por el hecho de que no han propiciado un intenso desarrollo humano ni una distribución mas justa del progreso como consecuencia positiva del cantaleteado crecimiento.
Infidelidades
La mayor trascendencia de que el gobierno disponga a tiempo de un Presupuesto para el año 2007, que está a punto de comenzar, no reside exclusivamente en que se asignen montos más o menos satisfactorios a cada área vital de la administración pública. Lo que más podría importar es que eventualmente la ejecución presupuestaria se cumpla como Dios manda, y que si se proyectaron equis sumas para la Salud Pública y equis sumas para la Educación, todos podamos ver que los recursos lleguen íntegramente a sus destinos. La voracidad del proyecto del Metro de Santo Domingo, que durante varios meses de este año consumió más recursos que cuatro secretarías de Estado juntas, supuso una distorsión inaceptable para la opinión pública. Esta práctica viene a ser una negación de que ya existen leyes que impiden excesos de discrecionalidad por parte del Poder Ejecutivo al administrar recursos fiscales. Es imprescindible que se observe un fiel apego a la programación de los gastos e inversiones a la que el Estado se compromete al comenzar cada año. Es por demás, una infidelidad a sus propias normas la que cometen los administradores de la Cosa Pública al haber acumulado una deuda de tres mil 900 millones de pesos con el Sistema de la Seguridad Social, como acaba de revelarse, dineros que fueron descontados religiosamente a los empleados de diferentes instituciones del Estado. La ley es la ley y debería entrar por casa. Este incumplimiento podría tener, como es lógico, graves repercusiones en un país que asiste al nacimiento, precario por cierto, de la seguridad social.
Flojedad reformista
Dos de los tres partidos mayoritarios comenzarán el año 2007 con un activismo de cien grado, generando titulares en la prensa y con una contundente presencia en los noticiarios de radio y televisión, lo que finalmente les augura beneficios, aún cuando ese resonar de los dirigentes blancos (PRD) y de los dirigentes morados (PLD) sea consecuencia del choque de aspiraciones a las candidaturas presidenciales del 2008. El análisis de esos procesos permite augurar como lo más probable que ambas organizaciones salgan fortalecidas de las contradicciones en que han ido involucrándose sus grandes tendencias. Mientras eso ocurre, el Partido Reformista Social Cristiano permanece en la tranquilidad casi total. Se supone que en los predios del Gallo Colorado contienden (o van a contender próximamente) tres figuras señeras del balaguerismo pero como no ha estallado un verdadero debate y ninguno de ellos dedica tiempo a tratar de diferenciarse de sus rivales, el Reformismo viene a ser el lado más incoloro de la política dominicana con riesgos de seguir perdiendo terreno en las preferencias del electorado.