¡Qué cosas tan raras están ocurriendo en este país! Gran parte del botín producto del robo a una joyería en Piantini, de donde varios individuos vestidos como policías cargaron con alrededor de 30 millones de pesos en prendas preciosas, fue devuelto al propietario del negocio a través de Nuria Piera, quien explicó que las personas que las devolvieron, que rehusaron identificarse, eran tan solo intermediarios. Según la productora de televisión esas personas no confían, por alguna razón, en la Policía Nacional y mucho menos en la Justicia, en este caso el Ministerio Público, por lo que se le acercaron para hacer llegar las joyas, o lo que queda de ellas, a su legítimo propietario. El extraño episodio, como era de esperarse, ha dejado demasiadas interrogantes sin despejar, empezando por la procedencia del botín devuelto. ¿Un ladrón arrepentido del pecado cometido o alguien que, al saberse descubierto, pretende borrar el delito y las correspondientes sanciones regresando lo robado? Ojalá que la Policía, o en su defecto la Fiscalía del Distrito Nacional, se animen a contar el cuento completo.
Rebelión en las filas
A propósito de sucesos insólitos en este terruño tan parecido a Macondo: decenas de reclutas de la Policía Nacional protestaron ayer en la mañana frente al local de la escuela de entrenamiento del comando regional Cibao, en Santiago. ¿El motivo del alboroto? Llevan varios meses sin cobrar los incentivos que paga la institución a los reclutas mientras los forma. La protesta, sin embargo, no pasó -en principio se habló de un motín- de una escaramuza de muchachos, que se dio por terminada cuando un oficial superior intervino y prometió llevar su queja ante el general Bernardo Santana Páez. Lo que dice el rígido protocolo que siempre impone la disciplina es que se sancione a esos reclutas por sus acciones, que muy bien les vendría para su futura formación, pero igualmente se impone que el jefe policial corrija la situación y evite que esos retrasos vuelvan a convertirse en motivo de quejas o nuevas “rebeliones”. Si algo necesita, y con urgencia, la Policía, son agentes mejor capacitados y motivados para salir a las calles a enfrentar el delito y a los delincuentes, empezando por un salario decente, aspiración imposible de materializar si se pone a los reclutas a coger tanta lucha para cobrar los chelitos del mal llamado incentivo.
Extremos
Si malo era, además de ilegal, que los agentes de AMET incautaran las licencias de conducir a los infractores de la ley de tránsito peor resulta que ahora, sin el elemento coercitivo que representa la retención del importante documento, a los infractores les dé par de tres las multas que estos les imponen (anda un ciudadano por ahí con 17 multas sobre sus espaldas en apenas cuatro meses), simple y sencillamente porque nada los obliga, ni se sienten obligados, a pagarlas. Una de las razones por las que se desistió de la odiosa práctica, además de la resolución de la Suprema Corte de Justicia que prohibió su incautación, lo fue la “inminente” automatización del sistema de imposición y cobro de las multas de tránsito, pero ese propósito modernizante se quedó en las buenas intenciones. Mientras tanto hemos pasado, sin ningún tipo de transición, de la incautación abusiva e ilegal de un documento personal al generalizado relajamiento de la ley y el irrespeto absoluto a sus sanciones.