En uno de los aspectos en que los políticos suelen defraudar a este país es en la práctica de negarles continuidad a algunas acciones y programas del Estado aún cuando resulten útiles y convenientes. El afán sectario al ejercer el poder, origina a veces cambios perjudiciales en la marcha de los asuntos públicos lo que puede incluir la sustitución innecesaria de funcionarios y técnicos en cuya formación el Estado ha invertido recursos a los que debe sacarle provecho.
De viejo hemos visto que cada cuatro años llega un gobierno que cambia los énfasis y prioridades de la Administración Pública. Felizmente, un comportamiento excepcional ha brillado. Lo que con pasos firmes y buen sentido se inició bajo la gestión del Presidente Hipólito Mejía para lograr la participación de República Dominicana en el tratado de libre comercio, conformado originalmente por Centroamérica y Estados Unidos, siguió luego el curso que correspondía bajo el mando del presidente Leonel Fernández, que respetó la infraestructura de especialistas que trabajó en las negociaciones y en sentido general preservó lo acordado con Washington. Sonia Guzmán de Hernández, la figura clave en el mandato anterior, y Francisco Javier García, su sucesor al frente de la parte dominicana, desarrollaron una eficiente carrera de relevo sin que el país fallara en el rumbo trazado.
Como una espada
Las lluvias están brillando por su ausencia en casi todo el territorio nacional y el verdor ha estado apagándose en muchos sitios, incluso en zonas del Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo. Muy pronto podría comenzar a sentirse la disminución de caudales en los ríos que abastecen acueductos, y que los fuegos forestales vuelvan, como ocurre cada año para esta época, a tornarse frecuentes en los parques nacionales.
A quienes preguntan si las autoridades de Medio Ambiente están preparadas para la racha que vendría, probablemente habría que responderles de manera dudosa. Por lo que se comenta, incluso en la prensa, la infraestructura que tendría que activarse para la extinción de fuegos en los bosques no está suficientemente equipada en estos momentos; ni contaría con todo el personal que se necesitaría. Más todavía: se supone que las zonas de bosques más vulnerables a los efectos de la sequía, y con mayor riesgo de incendio, deben ser sometidas a una mayor vigilancia y a un control sobre la presencia de agricultores nómadas pero mucho se teme que aquí la prevención sea una quimera. La sequía es pues una espada de Damocles sobre los bosques dominicanos.
El caso Javalera
El joven campesino Alfredo Javalera Ortiz está vivo de milagro. Si no es porque unos niños lo hallan accidentalmente en el monte, tras ser torturado, violado y cogiendo gusanos en algunas partes de su anatomía, hoy no estaría contando lo que le ocurrió. Después del terrible trance, Javalera está intensamente amedrentado.
Ha dicho que los agentes de la PN que él señala como autores de las torturas (alegadamente por negarse a cometer un robo de ganado en su beneficio) siguen amenazándole y por lo que se sabe, hace poco fue desarmado un sargento que llegó hasta las puertas del hospital de San Pedro de Macorís en que está recluido, temiéndose que existiera la intención de agredirlo. Sin embargo la PN sigue sin encontrar la forma de solucionar el caso, y aún sabiendo que Javalera ha pasado por una traumática situación que justificaría su falta de confianza en las autoridades, cuestionan que este hombre sea franco con los periodistas pero reservado con los oficiales que lo interrogan, y que parecen más interesados en que aparezcan «pruebas» difíciles de obtener en estas circunstancias, que en encarar a los sospechosos, a los que sí correspondería exigir que demuestren que no cometieron los hechos que mueven a la víctima a incriminarlos. La ambigüedad de la Policía parece tener menos justificación que la ambigüedad de quien estuvo a punto de morir.