“¡Qué abrazo abrazará más que su abrazo!”

“¡Qué abrazo abrazará más que su abrazo!”

Horacio Guarany (Guaraní) fue el nombre con que se dio a conocer artísticamente el poeta, escritor y folclorista argentino de grandes éxitos. Realmente se llamó Eraclio Catalín Rodríguez Cerrillo. Su nacimiento se produjo en los montes del Chaco Austral, pero el acontecimiento se registró en una oficialía de la localidad de Las Garzas, del departamento General Obligado. Su padre era indígena y su madre oriunda de León, España.
Eraclio Catalín fue el penúltimo de catorce hijos. Pasó su infancia en jurisdicción de Alto Verde, distrito que hoy corresponde a la ciudad de Santa Fe, en su país.
Aparte de ser cantautor, Guarany puso música a muchas creaciones de otros compositores, que resultaron piezas muy populares. Recordamos algunas de su colega Juan Eduardo Piatelli, “Canción del perdón” y “No quisiera quererte”: No quisiera quererte, pero te extraño; ese castigo tiene la vida mía,” que fue muy escuchada para aquella época.
No olvidamos el entusiasmo que despertó su himno de rebeldía “Si se calla el cantor” y la extendida predilección, desde las interpretaciones de Camilo Sesto, y de numerosos artistas, que estimularon a nuestra figura a llevarla al cine, y actuar en la misma, dirigirla y hasta producirla con acierto inestimable.
Tras el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón, sus ideales políticos lo inclinaron a afiliarse al Partido Comunista, y Horacio lo proclamaba con orgullo, lo que le provocó serias complicaciones, agravado, todo esto, por su nueva filmación “La vuelta de Martín Fierro” (1974).
Recibe amenazas de muerte, sufre atentados con bombas, agresiones que provienen de grupos parapoliciales bien reconocidos por sus acciones anticomunistas. A lo que se agregaron constreñimientos de abandonar el país de inmediato.
Horacio Guarany muerde el polvo del exilio en diciembre del 1974. Primero va a Venezuela, luego viaja a Méjico y después a España.
La dictadura militar de su país hace desaparecer todas sus grabaciones. Censura, entre otras, las difusiones de “La guerrillera” y “Coplera de prisioneros”
Escribe, desde su exilio en Madrid, numerosas piezas, y ofrece allí recitales en los que incluye la pieza titulada “Con las manos cerradas”. Expresa:
“Las noches de Madrid me traen recuerdos, /palomas en las tormentas regresando, /borrachos festivales como sombras, /las rosas rojas están llorando.
“¿Por dónde andará Armando con sus versos? /Julio di Palma, Juan Ignacio esta mañana. /Hay un río de vino aquí en mi vaso. / ¿Por qué no vienen a beber conmigo?/ Es invierno en Madrid y tengo frío. /¡Qué abrazo abrazará más que su abrazo!”
Transido por dolores y nostalgias que provocan el destierro, regresa en diciembre de 1978:
“Y todo sigue igual esta semana. /Yo no puedo escribir con las manos cerradas”.
Regresa, porque se siente un sobreviviente acosado hasta por aquellos que, a la distancia, le hacían levantar su voz cada vez más firme: “Hermano que renegaste cuando mi tierra dejé, /hoy llorarías mi muerte, /como otras muertes lloré”.
Y a poco tiempo del retorno, apenas en enero siguiente, el estallido de una bomba estremece su casa en Buenos Aires. Pero él decide su permanencia para no convertirse en polvo de nostalgia, tristeza y lejanía.
Así, hasta sus últimos tirones de existencia, de luchas y reconocimientos, y de aquel decir, con hidalguía:
“A mí me echaron los perros, pero no me han de alcanzar”.

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