“Que alguien me diga…”

<p>“Que alguien me diga…”</p>

POR GRACIELA AZCÁRATE
“La función del intelectual y del escritor es dudar de la perfección. En la perfección creen los teólogos, los dictadores y el pensamiento totalitario”.

“Cuando una cosa oscura está pasando en el mundo o en tu casa, tienes el deber de salir a explorar este problema para ver si lo detectas, lo particularizas, lo transmites y das la alarma: “Cuidado, está pasando esto en mi casa, en mi ciudad, o en el mundo, que también es mi casa.”

De lo contrario el intelectual sería un personaje completamente insensible que dice: “Algo sucio está pasando en mi casa, pero no puedo interesarme en él porque estoy organizando el catálogo de la próxima exposición de pintura del museo de mi ciudad.”

Antonio Tabucchi:
Entrevista realizada por Asbel Lopez
“Antonio Tabucchi, dudar siempre, rebelarse a veces”

Cuando leí la investigación de Edith Febles sobre el embarazo de una adolescente publicada en Clave Digital, primero me asaltó la duda, después me creció un vago malestar por algo oscuro que había vivido y conocido de cerca, más tarde como la canción de Gilberto Santa Rosa canturreé para mis adentros  “que alguien me diga…”

Si. “Que alguien me diga” ¿dónde estaba el organismo encargado de proteger la niñez dominicana?

¿Dónde estaba el Consejo Nacional de la Niñez  y la Adolescencia  hace un año cuando todavía la niña no había sido embarazada por los hombres de su familia?¿ Dónde estaba la Fiscalía del Distrito que registró la versión oral pero no protegió a la menor de edad?

Edith Febles escribe: “Un año antes del embarazo, un psicólogo del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) recomendó que las autoridades asumieran la custodia de la adolescente, pero eso nunca ocurrió y el Departamento de Abuso Sexual de Santo Domingo estudia ahora cómo enfrentar la situación de vulnerabilidad de la prematura madre, y del bebé, al que será necesario hacerle una prueba de ADN para determinar quién de los tres acusados es el padre.”

Después sigue: “Ante una psicóloga asignada por la Fiscalía de la provincia de Santo Domingo, en agosto de 2005, el padre de Y.B.M.C reconoció que “cuando ella tenía como 11 años, me desesperé y como ella estaba preguntando cosas cometí un error y ante Dios un pecado”.

¿Si hace tanto tiempo que todo esto estaba advertido y declarado a las autoridades pertinentes “que alguien me diga” para qué están o qué función cumple la Secretaría de Estado de la Niñez y la Fiscalía del Distrito?

“Que alguien me diga” porqué ante tamaño descuido y negligencia de las autoridades competentes no son interpelados en el Congreso de la nación. Por qué no piden cuentas tanto a la Secretaría de Estado de la Niñez, como al Ministerio Público puesto que  ninguno de los dos organismos protegió e hizo respetar los derechos de una adolescente violada e incestuada según está determinado en la ley 136-03 que protege a Niños, Niñas y Adolescentes.

¿O es que sólo son llevados al congreso de la nación los superministros que tienen que vendernos la idea modernísima del metro como factor principal para salir del atraso y el subdesarrollo?

Edith Febles, que tiene una larga experiencia en rastrear y dar testimonio de la desprotección y desidia conque las autoridades tratan los temas de niñez, agrega: “La autoría de violación recae al menos sobre tres hombres de su familia, como su propio padre, sin excluir a otros que, aunque no están acusados, forman parte de una historia de abusos sexuales que comenzó cuando sólo tenía siete años. Su hermano, de nueve, fue testigo del ultraje contra ella y contra su hermanita. En algunos expedientes las niñas aseguran que la madre también lo sabía”.

Una de los intercambios interactivos dice: “¿dónde está la proteccion de los niños, es una pena y verguenza para el país, parece que vamos avanzando para el atraso, esas niñas están atrapada en el sistema y no tienen ninguna salida, si el gobierno no se preocupa por proteger al más indefenso. ¿que alguien me diga dónde está la seguridad social?, sólo hay para el rico y el que puede”.

Mientras leía éste reportaje, en mi mesa de trabajo tenía varios libros de Antonio Tabucchi. Hacía días que me había propuesto releer toda su obra y disfrutaba con la lectura de “el mundo del revés”, de Maria do Carmo y esa categoría del espíritu que es “la saudade”, o de la tristeza velada del travestido en “Carta desde Casablanca”, o el clima tan de Scott Fitzgerald… recreado en “El pequeño Gatsby”.

También recordé ese Tabucchi que me encanta por su prosa lánguida y morosa detenida en los recuerdos de la infancia de la Toscana italiana, o el diligente y memorioso linguista que aprende con Borges o con Pessoa, y que es al mismo tiempo un intelectual activo.

Del Tabuchi que dice: “Siempre me han gustado las personas atormentadas y contradictorias. Cuanto más dudes, mejor. Las personas que dudan mucho llevan a veces una vida más pesada y agotadora, pero son más vitales, no son máquinas. Prefiero el insomnio a la anestesia. No me gustan los personajes cuya vida es plena, satisfactoria.  En mis libros no me pongo del lado del poder, sino del lado del que lo ha padecido”.

Ese Tabucchi que escribe “Sostiene Paredes” para explicar lo que puede el remordimiento en un periodista, editor de un suplemento de cultura, durante la dictadura de Salazar, en la Lisboa de 1938 y sobre todo hablo del Tabucchi que le responde a Humberto Ecco, acerca de lo que es ser un intelectual  con el libro “La gastritis de Platón”.

Cuando le preguntaron en una entrevista cuál era el trasfondo del desacuerdo entre él y el autor de “En el nombre de la rosa” dijo:

“Para Eco, el intelectual es un organizador de la cultura, es el que puede dirigir una revista, un museo. Un administrador, mejor dicho. Me parece una posición melancólica para un intelectual. Yo reivindico el derecho a las tomas de partido ocasionales. Cuando una cosa oscura está pasando en el mundo o en tu casa, tienes el deber de salir a explorar este problema para ver si lo detectas, lo particularizas, lo transmites y das la alarma: “Cuidado, está pasando esto en mi casa, en mi ciudad, o en el mundo, que también es mi casa.” De lo contrario el intelectual sería un personaje completamente insensible que dice: “Algo sucio está pasando en mi casa, pero no puedo interesarme en él porque estoy organizando el catálogo de la próxima exposición de pintura del museo de mi ciudad.”

¿Qué olor tan cotidiano, verdad?

Me pareció algo tan común, tan de todos los días, tan acorde con lo que estamos viviendo. ¿No?

Algo terrible y oscuro esta pasando con la niñez dominicana, cuando dos millones de niños padecen desnutrición crónica, las adolescentes pobres son violadas e incestuadas y nadie las socorre y los adolescentes varones son usados de “mulas” transportando drogas  para luego ser fusilados a quemarropa en el laberinto de cualquier barrio rojo. 

-Pero es que estamos preparando la campaña para la reelección, o estamos preparando “La Feria de los 10 años”, o estamos paseando por Andorra, España, Montevideo,Taiwan o Irlanda del Norte  dirán los funcionarios/ intelectuales/ escritores y no pueden distraernos con minucias…ni cuestiones de poca monta.

En el mismo número de Clave en que sale el reportaje de Edith Febles, Andres L. Mateo habla del papel de los intelectuales en el trujillato con el tìtulo: “¡Prohibido joderse!”

Recordé cuando en esa misma columna un funcionario del gobierno que dice ser intelectual le recomendó no escribir de política. Andrés le contestó con sorna de los ombligos de las muchachas del Conde

Y creo que a pesar de las distancias, la larga entrevista hecha por Asbel López pone en boca de Tabucchi una confirmación a la columna de Mateo y a su posición como intelectual cuando  el italiano contesta: “Si la función de un político es tranquilizar, mostrar que todo anda bien gracias a su presencia, la mía es desasosegar, poner a dudar a la persona. La facultad de dudar es muy importante para el hombre ¡Caramba, si no dudamos estamos perdidos! El intelectual va a dudar, por ejemplo, de una doctrina religiosa fundamentalista, de un sistema político exacto e impuesto o de una estética perfecta, que no dan cabida a ninguna duda. Las dudas son como las manchas sobre una camisa. Me gustan las camisas manchadas, porque cuando me dan una camisa demasiado limpia, completamente blanca, lo primero que me asalta es una duda. La función del intelectual y del escritor es dudar de la perfección. En la perfección creen los teólogos, los dictadores y el pensamiento totalitario”.

Cuando le preguntaron si no temía equivocarse, respondió:

“Hay unos valores fundamentales sobre los cuales es imposible equivocarse. Nadie puede equivocarse con el mandamiento que dice “no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti mismo”. Esto es algo fundamental, pertenece a la naturaleza humana. Tampoco tengo dudas sobre la Declaración de Derechos Humanos. Eventualmente habrá que añadir otros, pero no albergo ninguna duda sobre ellos”.

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