Que así sea

Que así sea

La guerra contra el tráfico «micro» y «macro» de drogas ha sido declarada.  El   Presidente de la República, doctor Leonel Fernández, ha ordenado desmantelar todos los puntos de este negocio criminal.

Aparte de la operación en sí misma, tiene gran relevancia el hecho de que en esta guerra estarán involucradas la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y los organismos de seguridad del Estado.

Por mucho tiempo, la lucha contra las drogas estuvo basada en una estrategia errada y lamentable. Fue tarea exclusiva de la DNCD, como organismo especializado, y todas las demás fuerzas quedaron descalificadas para actuar en ese ámbito.

Se trató de un esquema impuesto por Estados Unidos, que pretendió especializar la lucha y preservarla de los vicios de corrupción predominantes en otros órganos represivos del Estado.

Ese yerro, sumado al hecho de que el tráfico internacional de drogas adoptó la modalidad de pagar en especie parte de los «honorarios» por servicios internos de acarreo, distribución y venta, ha multiplicado en el país los puntos de expendio de drogas, ha inducido un aumento considerable del consumo y ha multiplicado de manera el ejército de servidores y cómplices del negocio, así como también el de víctimas en la sociedad.

-II-

En nuestros barrios hay más puntos de drogas que puestos de venta de frutas. En la jefatura policial anterior se llegó a decir que pasarían de veinte mil en todo el país.

A pesar de los informes de inteligencia sobre ubicación de «ventorrillos» de drogas, que los debe haber en abundancia, hasta ahora la lucha contra este negocio ha sido letra muerta.

La importancia de acabar con los puntos de venta de drogas se debe no sólo a la eliminación de este lucrativo negocio. Más que eso, se debe a que se estaría combatiendo a uno de los más fuertes generadores de violencia y criminalidad que existen en la sociedad.

El negocio de las drogas termina por criminalizarlo todo, desde la competencia por el control de mercado hasta la búsqueda de medios de abastecimiento por parte de los adictos, que empiezan por sustracciones menores en el hogar y terminan cometiendo horrendos crímenes para obtener lo suficiente para la próxima dosis.

Lo que se ha decidido servirá de soporte muy importante a los operativos contra la violencia y la criminalidad puestos en marcha y que incluyen restricciones a la venta de bebidas alcohólicas.

Los ciudadanos amantes de la tranquilidad deberían brindar toda su colaboración a esta operación contra el tráfico de drogas, y las autoridades deberán garantizar absoluta discreción y protección para quienes suministren informes sobre negocios de drogas. Esta guerra debe ser sin tregua, sin cuartel y caiga quien caiga.

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