Que así sea

Que así sea

La tradición cristiana dedica estos días a la conmemoración del nacimiento de Jesús, hecho que según las escrituras se produjo en Belén.

Muchos años atrás, el Día de Nochebuena era un período respetado por todos, creyentes y no creyentes. Los primeros se dedicaban a sus rituales alegóricos al nacimiento de Jesús, y los segundos respetaban la ocasión.

Lo que no pudieron las ideologías y las creencias religiosas vino a lograrlo el gran comercio. Con el tiempo, el consumismo promovido por la propaganda comercial ha ido desplazando la meditación y el respeto de esta tradición para sustituirlos con parranda, bullicio y desenfreno.

De la celebración de la Navidad surgen muchas estadísticas penosas: accidentes, muertes, mutilaciones con fuegos artificiales, intoxicación alcohólica, crímenes y ostentación hasta más no poder.

La distorsión ha sido tan profunda, que ya muchos esperan la época de Navidad no por la tradición que conmemora el acontecimiento ocurrido miles de años atrás, sino por la parranda y el derroche que suelen darse en la ocasión, y que han sustituido a la meditación y el comedimiento. En las circunstancias citadas, el balance de la Navidad suele ser doloroso para muchas familias.

Esto es así a pesar de que creyentes y no creyentes le atribuyen al motivo de la Navidad tanta importancia, que han «consensuado» dividir la historia de la humanidad en dos grandes tajadas: antes y después de Cristo.

-II-

Nuestra aspiración es que un análisis retrospectivo de lo que han dejado como balance las celebraciones de la Navidad con parrandas y borrachera nos permita moderar nuestros actos para reducir al mínimo la posibilidad de sucesos que lamentar.

Para la época, nada más recomendable que pasarlo en el seno familiar, compartiendo vivencias con los seres queridos y dados, si se prefiere, a un festejo moderado y sobrio, sin excesos.

Hay quienes tienen predilección por salir a buscar diversión en centros nocturnos y otros lugares, haciendo recorridos en los que suelen coincidir alcohol y gasolina, que constituyen una de las mezclas más letales incluidas en los festejos. Muchas familias ha quedado enlutadas por accidentes de tránsito, pleitos y otras ocurrencias que se han hecho propias de las celebraciones de Navidad.

La frecuencia de sucesos lamentables es lo que obliga a las autoridades a desarrollar operativos de prevención de accidentes, pero este esfuerzo resultaría inútil si la gente dada a las celebraciones no pone de su parte.

Desde el particular credo de cada uno, siempre es posible disfrutar de esta época y poder contarlo en la posteridad con gozo en lugar de pena.

Para lograrlo solo basta respetar las medidas de cada actuación, para evitar que el desborde de los límites en el comer, el beber o la euforia de la velocidad al volante de un auto transforme en dolor lo que debe ser alegría. Cada uno debe darse la oportunidad de poder contar mañana vivencias agradables extraídas de un festejo moderado y sobrio. Que así sea.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas