El Gobierno debe reunir a empresarios y académicos para consensuar dos temas con respecto a la relación China: lo que buscan y lo que nos conviene.
En lo que sigue mi opinión. Sobre lo primero, el canciller chino que nos visita esta semana nos recordara que la agenda de Pekín es la Ruta de la Seda. Su interés primario es agregar volumen al comercio y hacer negocios de financiamientos para acumular reservas internacionales, política que les ha permitido ganar espacio en el escenario internacional.
La CEPAL lo tiene claro, dice lo mismo de otra manera, fortalecen su estrategia restringiendo las salidas de inversión extranjera directa (ver «La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2018»).
¿Qué nos conviene? Sobre el comercio, con China hemos tenido un simple trueque de productos de baja calidad, ellos beneficiándose. Por ejemplo en 2017, el comercio total ascendió a US$2,603.4 millones, nos vendieron US$2,458.4 millones y exportamos US$145 millones.
Explicación del desequilibrio, muchas son las desventajas competitivas que evitan venderles productos agropecuarios y manufacturados. Empezando con la distancia para llegar a su mercado, continuando con los subsidios directos e indirectos que reciben los productores, para finalizar con la dificultad de tener que batir competidores de peso completo como Filipinas, Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Camboya, Laos y Vietnam.
Nuestra agenda comercial con el canciller chino, discutir la posibilidad de que se desmonten algunas desventajas, para aspirar con certidumbre tener alguna participación en el comercio intra-continental asiático, representa 53% del comercio total de China.
Y revisar facilidades para que traigan dinero y tecnología, para que lo inviertan en actividades productivas agregando valor a nuestras materias primas, con dos condiciones para nosotros irrenunciables: asociarse con empresarios dominicanos para evitar que repatríen la totalidad de los beneficios; y respetar medidas precautorias para asegurar que utilicen trabajadores dominicanos, no chinos.
En cuanto a proyectos «llave en mano», es probable que el canciller hable de préstamos de los Bancos de Exportación e Importación Chino y de Desarrollo Chino, para financiar y construir centrales eléctricas, locomotoras y vagones para líneas de trenes que crucen el país norte-sur y este-oeste.
Para ellos, un negocio financiero redondo, para nosotros puede convertirse en dolor de cabeza, me explico. Los préstamos implican acuerdos entre gobiernos, endeudamientos públicos y «compromisos políticos». Podría interpretarse que nos inclinamos para el lado chino en medio de la guerra tarifaria Trump-Xi Jinping, de tensión en el mar de China, de enfrentamiento de dos líderes excepcionalmente ambiciosos de países que representan 40% del PIB mundial.
Lo que nos conviene es limitar la relación con el gigante asiático a negocios entre empresarios, inversión directa. Dicho de manera directa, a una diplomacia económica que no genere ruidos molestosos a nuestro histórico y vecino socio comercial del norte. Que la mesa de trabajo Gobierno, empresarios y académicos evalúe de tiempo en tiempo con análisis costos-beneficios.
Recordando que nuestro país no tiene problemas de acceso a los mercados internacionales de deuda, es lo contrario, en la Región pagamos una de las primas de riesgo más baja. Además de que en condiciones comparativamente buenas, con el BID y el Banco Mundial podemos financiar proyectos de infraestructura.