¿Qué consenso, para qué democracia?

¿Qué consenso, para qué democracia?

La Cumbre convocada por el gobierno para encarar la crisis que nos afecta y relanzar nuestra economía  requiere  afinamientos metodológicos, de actitudes y procederes, para que sea más provechosa, partiendo de la concepción misma de lo que constituye consenso frente a sus resultados.

El diccionario de la Real Academia define el consenso como “consentimiento…particularmente  el de personas que componen una corporación…”. Es sinónimo de asentimiento, conformidad y unanimidad.

Ninguno de estos significados le son aplicables a lo  que ha trascendido hasta ahora como consenso dentro del escenario de la Cumbre, al menos en las mesas que abordaron las situaciones más urgentes: economía y energía, a juzgar por lo expuesto en la conclusión de la primera etapa celebrada en Santiago y por las declaraciones de sus participantes en los medios de comunicación.

En la mesa de economía, por ejemplo, en ningún momento se recabó de los participantes el consentimiento sobre las iniciativas propuestas, como tampoco se sometieron a votación alguna.  Lo que se presentó como tema principal  en la clausura -conflictos de sindicatos y transportistas contra empresarios – no dejó de ser una confrontación bilateral entre partes. Se obvió en cambio  preocupaciones predominantes en los debates: el gasto público, déficit fiscal, abastecimiento y precios de productos a consumidores, etc.

En la mesa de energía sucedió lo contrario: un acuerdo firmado por los participantes no fue recogido en la presentación de las conclusiones.

Así las cosas, la Cumbre corre el riesgo de que cada participante salga de ella con su propio consenso, acomodado a su propia conveniencia o interés.

O que la misma resulte un escenario inútil, como sugiere la lectura de publicaciones pagadas en la prensa por asociaciones que participan en ella, sobre temas que forman parte de su agenda.

Teniendo en cuenta lo dicho por el Presidente Fernández en su discurso de clausura de la primera etapa de la Cumbre, en el que insinuó este mecanismo para transitar de la democracia representativa que tenemos a la participativa a que aspiramos, habría que ponderar en qué medida lo hasta ahora  seguido coadyuva a esta aspiración. Puesto que si cada quien, especialmente autoridades y organizadores, lee unilateralmente el consenso logrado, podremos alcanzar una democracia consultiva pero no participativa.

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