Píndaro arranca en su ’Pindaromóvil’… Su meta es la capital… Acaba de tener un día del caray entre sus quehaceres diarios y no mira otra cosa que llegar… darse un buen baño… un mangú con un par de huevos fritos y longaniza… una horita de descanso, y: ¡Chulumpún!… Un salto de la bañera a la cama para descansar como un lirón…
Este señor vive gozando con su imaginación… Trata siempre de crear inquietudes en el pueblo obre lo que quiere… y, como no puede inventar la fórmula del agua tibia ni la receta del pudín resbaloso, se las ingenia para que sus neuronas sean más realistas…
Tan pronto Píndaro pasa sobre el elevado del monumento de Santiago y pone proa hacia Santo Domingo, se aferra al volante y empieza a elucubrar… “¿Qué haré para entretenerme?… Por lo menos hasta llegar al Típico Bonao” –se dice a sí mismo- “¿Con quién voy a hablar durante el viaje, si no va nadie a mi lado?… ¡Algo tengo que inventar!” –se reta-.
Un bombillito se le prende en el coco y lo condiciona a tomar su celular y a ponerlo en ‘manos libres’ para poder hablar sin provocar un accidente… Da rienda suelta a lo que sería su gran encuesta de la tarde. Al mismo tiempo, el descubrimiento de la realidad que vive la Ciudad Corazón…
Viene a su mente la idea de hacer contactos al azar hasta llegar a Bonao, el punto medio de su viaje… Se le ocurre llamar y hacer la siguiente pregunta: “Hola, ahora mismo estoy saliendo de Santiago hacia la capital y me pongo a tu orden para ayudar a la limpieza de las crápulas que hacen daño a la ciudad… Me ofrezco a montarlos en mi carro y llevarlos hasta un punto bien lejano… luego, dejarlos sin ropa en medio de la nada para que tengan que regresar a pies y sin bolsillos para meter sus manos… Así quizás se puedan curar y no reincidir jamás… ¿A quién crees deberé recoger para esto?”…
Así empezó esta nueva aventura de Píndaro… Uno a uno, fue marcando números telefónicos mientras disfrutaba su viaje…
Primera llamada… un artista responde… el nombre que surge es inmediatamente registrado por Píndaro, mientras se regocija de la ocurrencia…
Segunda llamada… Un empresario le devuelve efusivamente el saludo y muestra su gran amistad… ríe a carcajadas mientras pronuncia el nombre que se le ocurre… ¡Sorpresa!… ¡Hay coincidencia de respuesta con el anterior entrevistado!
El viaje, ahora se torna cada vez más interesante… al pasar frente al cruce de Moca toca el truno a un ingeniero, quien ríe a mandíbula batiente mientras, como si nada, suelta su nombre sugerido… ¡Vuelve y suenan las mismas sílabas y coincidencia con el nombre!… En un comentario, antes de colgar, agrega: “¡Llévatelo bien lejos, para que no vuelva jamás a fuñirnos con sus improvisaciones!”…
La curiosidad se apodera cada vez más de Píndaro, quien coge mayor impulso, desde luego, sin descuidar su responsabilidad mientras maneja… En la recta de La Vega, un empleado de almacén está ahora al teléfono, sorprendiendo y espantando a nuestro amigo… ¡Mismo nombre como respuesta!
Una cosquillita empieza a comer el estómago de Píndaro, que multiplica sus contactos con avidez… Las respuestas se suscitan como una repetición: ¡El nombre es el mismo en cada caso!… La realidad que vive Santiago con este personaje se ha puesto de manifiesto; su figura es rechazada espontáneamente…
Al llegar al Típico a su parada habitual, las llamadas al azar alcanzan las dos docenas… Esta figura pública, que surgió de un voto popular, ha sido rechazada abiertamente y nuestro amigo se pregunta: Si esto está pasando en Santiago… ¿Podría estarse dando también en la capital?…
Si quiere averiguarlo… ¡Este es el momento!… Ya le hemos dado un sencillo mecanismo para lograrlo… Tan pronto se disponga a salir de viaje para algún lado, ponga su celular en ‘manos libres’ y, en lugar de hacer disparates, aproveche su tiempo contactando amigos y relacionados y proceda a preguntarles: ¿A qué crápula quieres que te saque de la ciudad y te la devuelva sin ropas desde lo más lejos en la carretera, para que corrija sus manejos?”