¡Qué curva tan impresionante!

¡Qué curva tan impresionante!

Por más familiarizado que se esté con los reportes de Competitividad Global que presenta cada año el Foro Económico Mundial, es dramáticamente impresionante ver los gráficos sobre República Dominicana presentados en una ponencia del reputado economista Isidoro Santana, quien durante más de 16 años ha dedicado parte de su valioso tiempo a luchar por transformaciones económico-sociales y democráticas e institucionales desde las filas del movimiento Participación Ciudadana.

El Reporte 2009-10, que abarca a 133 países de todos los continentes, mantiene el país entre los últimos 25 peor evaluados, pero lo que es más significativo compitiendo por los últimos escalones en servicios fundamentales como educación, salud pública, y energía eléctrica, así como también en malversación de los recursos públicos.

Ya los informes del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano han resaltado cómo la República Dominicana ha sido una de las naciones del mundo que más crecimiento económico ha registrado en el último medio siglo, pero al mismo tiempo la que más oportunidades ha desperdiciado de convertirlo en desarrollo humano.

El país ocupa la posición 75 en ingreso promedio per cápita, y todavía pasa la prueba con la 85 en infraestructura, pero comienza a quemarse con la 93 en percepción de la corrupción, y 95 en competitividad. Pero donde la curva produce escalofrío es a partir del lugar 117 en funcionamiento de las instituciones.

El nivel desastroso es 120 en costos del crimen y la violencia, 122 en confianza en los políticos, 127  en desviación de los fondos públicos, 129 en calidad del sistema educativo y 130 tanto en calidad del suministro eléctrico como en fiabilidad en los servicios policiales. En calidad de educación en matemáticas alcanza la posición 131, para ascender a la 132 en dos renglones: calidad de la educación primaria y en derroche del gasto gubernamental. Finalmente esta nación se corona como campeona universal en favoritismo en las decisiones de los funcionarios públicos, con el último escalón, el 133.

Lo que esas evaluaciones están indicando es lo que hace muchos años vienen sosteniendo diversos analistas nacionales y del exterior, que este es un país con significativas riquezas y grandes potenciales, pero pobremente administrado históricamente por una clase política cada vez más ambiciosa y corrupta.

Nos hemos gastado unos gobernantes que se proclaman una y otra vez los constructores de la nación, grandes estadistas de la modernidad y el progreso, pero que han preferido siempre auto consagrarse como lideres eternos en base a la malversación de la corrupción generalizada, del clientelismo, de la compra de conciencia, de la satisfacción de los intereses de los poderes fácticos.

Una y otra vez pregonan  en las campañas electorales que la educación es el fundamento del desarrollo, pero desde que llegan al poder dedican todas sus energías a priorizar la varilla y el cemento, prefiriendo mantener al pueblo en la ignorancia, agradeciendo las funditas y las cajitas que se reparten para engañar, porque no llegan a mitigar el hambre más que de algunos días de cada mes. Ni siquiera los 700 pesos de la tarjeta Solidaridad sirven para otra cosa que no sea proclamar “la devoción por los más pobres”.

Pero lo más impresionante de todo es que se ha perdido la capacidad de asombro y que ya son pocos los que se detienen a ver y comentar el significado de informes como el del Foro Económico Mundial. Muchos están satisfechos del “enorme desarrollo” que muestra el polígono central de Santo Domingo y algunas zonas de Santiago que nos permiten pensar en el pequeño Miami. Algunos llegan a ver un Nueva York chiquito.

¿Qué tendremos que hacer para cambiar el curso del país? Tememos que no será mediante el endeudamiento para seguir la fiesta. Porque cada año será mayor la proporción de los ingresos nacionales que tendremos que dedicar a pagar la deuda. Y ese es el pretexto que una y otra vez se ha esgrimido para no destinar el porcentaje de mil consensos y de ley que deberíamos destinar para el desarrollo de las potencialidades de todos los dominicanos y dominicanas. Y así mantendremos el círculo vicioso.

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