Que de nosotros es la culpa

Que de nosotros es la culpa

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Que nadie, aparte de nosotros los dominicanos, tiene culpa o responsabilidad en la enorme presencia haitiana en nuestra República -me dicen?. Que no es cosa de los norteamericanos, los franceses y canadienses -insisten las voces con amarga indignación- sino grave falta del Estado dominicano que no ha organizado la inmigración, apadrinando con permisividad cómplice los delictivos beneficios económicos de autoridades que cobran peaje en la frontera, beneficios que luego pasan a industriales, constructores y empresarios que pagan salarios misérrimos a los haitianos que laboran como bestias en ingenios cañeros, en la construcción o destrucción de lo que sea, que viven como abandonados animales en bateyes o en el suelo de las obras en proceso de construcción.

Me anima que el presidente Fernández haya hablado de “balkanización”, refiriéndose a los asentamientos de culturas y etnias en territorios diferentes que en verdad son infusionables y que solamente pudieron ser “Yugoeslavia” bajo la mano dura del mariscal Tito, quien predijo los sangrientos problemas que sobrevendrían tras su muerte. Muchas cosas sucedieron, dolorosas y brutalmente crueles, pero aún hoy los idiomas de la República de Bosnia Herzegovina tiene por idiomas oficiales, ¡qué va a hacer!, el croata, el serbio y el bosnio. ¿Fusión?

Y aquí tenemos unos bárbaros que promueven la enseñanza del “creole” haitiano, que no es un idioma como lo es el español o castellano, sino un dialecto local, buscando facilitar una fusión, un entendimiento basado en la desvalorización de nuestra cultura, de nuestro amado idioma, que debe ser el que estudien los haitianos, como nosotros estudiamos el inglés y hasta el francés, uno, el inglés por indiscutible necesidad (como fue el latín en la gloria del Imperio Romano) y el otro por respeto a la cultura.

Me asusta, me asusta, (como dice un personaje del “Punto Final” de Freddy Beras Goico) que se pierda la moral ante los intereses espúreos de personajes insaciables en sus voraces apetencias de riquezas sin cuento.

Los ideales de Juan Pablo Duarte -que todavía nos queda grande- y la mucha sangre derramada por patriotas que creyeron en la República Dominicana, se evaporan poco a poco ante el soplido inmoral de ciertos dominicanos que sólo están atentos a sus beneficios materiales.

¡Hay que ponerle debida atención a estos malo ciudadanos nuestros que están decididos a entregar nuestra Patria, nuestra historia y nuestras verdades esenciales, a cambio de beneficios personales!

Con todo lo mal que, con sobradas razones, me cae el Presidente George Bush, “Rey del Mundo”, (como proclamaba en la película “Titanic” el actor Di Caprio en la proa del navío antes del hundimiento: “I am the King of the World!”) creo adecuado transcribir un fragmento del discurso de este presidente ante el Congreso de su país, la semana pasada, porque nada es invariablemente malo o injusto.

Habló con toda razón de que Estados Unidos “requiere un sistema de inmigración que respete nuestras leyes, respete nuestros valores y tenga en cuenta los intereses de nuestra economía. Nuestra nación necesita fronteras ordenadas y seguras. Para cumplir con este objetivo, debemos tener una aplicación más estricta de las leyes inmigratorias y de protección de la frontera. Y debemos tener un programa sensato, humano, de trabajadores invitados, que rechace la amnistía, que permita empleos temporales para las personas que procuran obtenerlos legalmente y reduzca el contrabando y el crimen en la frontera”.

Porque lo que se comete es realmente un crimen, aprovechando la desesperación de quienes huyen de su tierra y su cultura envenenada, por sus malos hijos.

La tarea más importante del Presidente Fernández es, a mi ver, empezar a establecer una disciplina nacional, ausente en todo. Crear una lógica estatal, que no existe. Por poner un ejemplo: mientras las vigilancia policial o militar sea “un operativo”, o mientras limpiar un parque o un sector, o cuidar la seguridad y mantenimiento de un puente sea noticia, estamos mal. Dejamos que las apatías se acumulen hasta convertirse en insufribles y entonces, nerviosos, tomamos usualmente decisiones “correctivas”, que son, en verdad, lo que el populacho llama “un paño con pasta”. Una limpieza mal hecha, para salir del paso.

Lo he dicho y escrito varias veces: a Fernández le ha tocado un mandato tremendamente difícil, porque su capacidad intelectual y patriótica ha despertado la esperanza en que realice correcciones de añejos males e inconductas.

Lo de la frontera y la inmigración ilegal es un reto terrible, porque hay grandes intereses detrás.

Pero hay que enfrentarlos.

Como el presidente conoce perfectamente el inglés le recuerdo el dístico escolar: “This is time to sink or swim sign the paper or drink de ink”.

Este es un tiempo de hundirse o nadar/firmar el papel o beberse la tinta) Es tiempo de fundamentales decisiones.

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